Tan bonitas… y tan feas

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

¿Puede alguien explicarme por qué, algunas mujeres si son tan bonitas, a veces son tan feas? Bueno, eso es lo que dicen algunos señores... yo no sé. Por lo pronto permítanme decirles que estoy leyendo un libro digno de ser recomendado. Su título es: “El feminismo ha muerto. ¡Viva la mujer!”. La autora, Josefina Figueras, hace una serie de observaciones muy interesantes a cerca del desarrollo del feminismo hasta estos inicios del siglo XXI y entre sus textos recoge, como periodista que es, algunas entrevistas a personas que opinan sobre uno de los tres temas más importantes que podemos plantearnos los seres humanos. A mi entender estos temas son: Dios, el hombre y la mujer. De dichas conversaciones recojo algunas por parecerme interesantes.

“Recuerdo las declaraciones de Leonard Lauder, presidente de la multinacional de cosmética Estée Lauder. 

-¿Qué opina de las muchas mujeres que trabajan en su empresa como ejecutivas? 

-Nuestra compañía ha tenido mucha suerte con las mujeres. Han sido un elemento esencial en la construcción del negocio. La fundadora de Clinique, que lleva con nosotros 38 años, es una mujer de extraordinario talento. También son mujeres la actual directora general de Estée Lauder y la de nuestra división internacional. Entre las dos controlan más de mil quinientos millones de dólares y son mujeres no porque estemos en el mundo de los cosméticos, sino porque son muy competentes.

-¿Cree que en el mundo de los negocios son iguales a los hombres? 

-No, son mejores. Cualquier mujer que aspire a ser igual a un hombre carece de ambición.

La razón del Sr. Lauder sobre esta ‘superioridad femenina’ en el terreno de los negocios no dejó de resultarme sorprendente.

-Creo que la clave está en que a las mujeres lo que les importa es el trabajo en sí, mientras que los hombres somos más sensibles al puesto, al título, a la tarjeta de visita…”.

Más adelante la autora del libro afirma: “Sin embargo, una nostalgia del hogar parece sacudir el frágil corazón de las profesionales de bandera. Primero fueron gestos y declaraciones más o menos románticos, como la de Chistianne Colange, articulista de la revista ‘Elle’, que había militado en las filas del feminismo de los 70s. En sus páginas había como un lamento del que se hacían eco millones de mujeres: “Quiero volver al hogar, no necesariamente todo el tiempo. Quiero volver al hogar con mayor frecuencia, mucho más tiempo; con libertad. Quiero volver al hogar porque allí se sitúa mi sitio de amarre, mi centro de gravedad. El enchufe de amor donde cargo mi batería de energía. No quiero pasar mi vida yendo y viniendo a otros sitios para buscar mi identidad. No acepto morir a lo largo de los años de aburrimiento doméstico, ni tampoco de fatiga profesional. No creo ni en el trabajo liberador, ni en el sacrificio femenino incondicional. Quiero todo a la vez. Estoy harta de ser una mujer partida en dos”.

No cabe duda que las exageraciones suelen ser malas y cuando caemos en el error del reduccionismo, y si en este tema nos cargamos del todo a alguno se los extremos contemplando sólo las posibilidades de las mujeres encadenadas al hogar en contrapartida a las que trabajan fuera de sus casas, lo único que conseguimos es plantear un inútil enfrentamiento de opiniones, cuando podríamos buscar, lo que por principio pretende toda madre de familia: las fórmulas que hagan compatibles estas dos realidades y en este tema desafortunadamente no existen fórmulas mágicas.

Josefina Figueras termina el primer capítulo de su libro con esta reflexión: “Los nuevos tiempos reclaman menos manifestaciones triunfalistas y más realidades. La mujer debe dejar de ser uno de los temas favoritos de las conferencias internacionales, de utópicos proyectos legislativos, o un sector al que hay que mantener a raya asignándole -como una concesión- determinadas cuotas de poder. La mujer es, sencillamente, una persona destinada a construir, junto al hombre y con iguales derechos y oportunidades, una sociedad más justa, digna y equilibrada. La toma de conciencia de la dignidad personal de la mujer es lo que debe presidir el feminismo de los nuevos tiempos”.