Moralidad en las Islas Marías 

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Qué pena que el siglo XX haya muerto de vejez sin haber conseguido hacerse sabio. Su gran error -pienso- consistió en no preocuparse en activar los resortes morales, de tal forma que, gran parte de su legado ha pasado al nuevo siglo simplemente como un conjunto de “datos”, unas veces como estadísticas y, otras, en documentales filmados. Hoy nos sobra información y nos falta capacidad para aprovecharla positivamente, a pesar de la excesiva perorata a la que estamos acostumbrados. Nos hemos rodeado de palabrería vacía con el deseo de defender unos derechos humanos, que no siempre corresponden a la realidad por falta de bases antropológicas bien fundamentadas. Muchos ignoran el origen y el fin del hombre: sólo conocen una pequeña y amañada porción de su historia.

Las “Bolsas de Valores”, por poner un ejemplo, no toman en cuenta más que la cantidad de acciones con coste económico, mientras ignoran aquellos otros valores que pudieran dar un sentido de mayor calidad, a la vida de quienes nos adornamos con el pomposo nombre de seres humanos o animales racionales. 

¿Moral o Ética? Etimológicamente es lo mismo, pues Ética viene del Griego “Ethos” que significa: costumbre, y Moral del Latín “Mos” que también significa: costumbre. Pero cuidado, esto no significa que se deba aceptar como buena una conducta, por el simple hecho de encontrarla con cierta frecuencia en un grupo social. Más bien, debemos entender que hace referencia a cómo ha de ser el comportamiento de las personas singulares y los diversos grupos, hasta crear una costumbre positiva en favor de una sociedad sana.

Juan Chapa (ustedes han de perdonar que este autor no tenga apellido germánico o anglosajón, pues tal parece que eso da mucha autoridad) afirma que “la civilización occidental no sería lo que es sin la ley de los romanos, la razón de los griegos y la justicia de los profetas de Israel”. No deberíamos perder de vista que la reflexión ética es muy antigua en el saber humano, pues ya Sócrates (siglo V antes de Cristo) afirmó que la decadencia de Grecia, en su tiempo, se debía a la crisis de la vida moral de los atenienses. Más tarde, Aristóteles escribió que la persona humana se distingue del animal porque conduce su vida moralmente, por eso define al hombre como un “animal ético”.

Otro autor, Marco Tulio, más conocido como “Cicerón” -político y orador romano muerto en el año 46 antes de Cristo- hablando del respeto a la Ley Natural afirma en el capítulo III de su libro La República: “Ciertamente existe una ley verdadera, de acuerdo con la naturaleza, conocida por todos, constante y sempiterna... A esta ley no es lícito agregarle ni derogarle nada, ni tampoco eliminarla por completo. No podemos disolverla por medio del Senado o del pueblo. Tampoco hay que buscar otro comentador o intérprete de ella. No existe una ley en Roma y otra en Atenas, una ahora y otra en el porvenir; sino una misma ley, eterna e inmutable, sujeta a toda la humanidad en todo tiempo...”.

Qué importante es no olvidar que la moralidad en el hombre procede de su condición de ser racional, entendiendo que la racionalidad ha de descubrir la verdad, no inventarla. El estatuto moral de la persona no le viene de fuera, sino que tiene origen en su misma naturaleza y no en las simples costumbres de un pueblo, pues en todas las épocas de la humanidad han existido formas de conducta antinaturales. La Filosofía ha de definir, pues, la estructura moral del hombre a partir de su condición de persona, y no partiendo de la generalización de determinados comportamientos. No perdamos de vista que la Naturaleza no perdona cuando se contradicen sus leyes y siempre termina cobrando la factura. Si la bondad o maldad de nuestros actos depende de las costumbres sociales; el robo, la mentira y el crimen no deberían considerarse como malos en las Islas Marías, al igual que en todas las prisiones del mundo.

Algunos atacan a la Moral pues dicen que nos prohíbe hacer determinadas acciones por considerarlas “malas”. Lo curioso es que esas mismas personas olvidan mencionar que la Moral no sólo “prohíbe”, sino que también “exige” hacer cosas buenas, y esto puede resultar mucho más incómodo aún. Si cada uno se dedica a determinar su propia moral, o no nos preocupamos de la calificación ética de nuestros actos -aceptando que ello exige trabajar por ser personas virtuosas- terminaremos rebuznando