¿Matrimonio para siempre?

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

-Margarita: Siéntate y por favor pon mucha atención. Necesito decirte algo: ¡Quiero que nos divorciemos!

-¿Que qué?

-Que quiero que nos divorciemos.

- No entiendo... ¿Que dices...? No juegues. ¿Por qué? ¿Estás jugando verdad?

-Quiero que nos divorciemos porque te amo tanto que quiero casarme otra vez contigo.

-Payaso... sangrón... majadero... Con eso no se juega. ¡Te odio! ¡Te odio! ¿Me oyes? ¡¡¡Te odio!!! No, no... perdóname... Te amo. Te amo. ¡TE AMOOOO! Y no lo vuelvas a hacer. ¿OK? Sangrón. ¡TE ODIO! No, te amo. ¿Está claro? ¿Muy chistoso, no? Payaso.

El matrimonio es un asunto tan importante que casi toda la humanidad tiende a él, y siendo la base de la familia es, a la vez, principio y base de la sociedad. Si lo vemos en términos negativos, bien podemos afirmar que la mejor forma de meterse en problemas graves es escoger mal a la persona con quien casarse. Pero también es cierto que, en todo el mundo debe haber un sinfín de hombres y mujeres que todos los días han de darle gracias a Dios por haber encontrado a su pareja... claro; con defectos, pero ¿quién no los tiene?

Al platearnos el matrimonio como una vida en común habremos de partir de la imperfección connatural de los seres humanos. “Sólo Dios es perfecto” solemos decir. Por eso conviene entender la vida conyugal como una relación entre dos seres defectuosos o si se prefiere, y para que suene menos negativo: “inacabados”. Al respecto San Gregorio Magno nos dice: “Se nos pide ese amor que ordena lo confuso, compone lo desigual y perfecciona lo defectuoso”. Es cierto que esta labor no terminará nunca, pero las consecuencias de la lucha por conseguirlo son maravillosas y sobran ejemplos de esto por todas partes.

Hace no mucho tiempo, en una boda donde asistí como testigo cualificado, es decir como sacerdote celebrante, aproveché la homilía para hablarles de cinco reglas fundamentales de la relación humana y siete que hacen referencia de forma especial a la vida matrimonial:

En cuanto a las normas universales: 

1.      Respetar a todo ser humano.

2.      Hacerle caso a la conciencia, y para ello, formarla -antes- en la moral objetiva.

3.      Jugar limpio.

4.      Lealtad (Fidelidad) y para ello, saber educar el corazón.

5.      No olvidar nunca que nuestras decisiones, y nuestras acciones, tarde o temprano tendrán sus consecuencias.

 En cuanto a las pautas del matrimonio:

1.      No perder de vista que el matrimonio es una “vocación de servicio”.

2.      El matrimonio es para tener hijos de acuerdo a lo que Dios quiere, pues como el alma es infundida por Dios, la decisión ha de ser de tres, no nada más de la pareja.

3.      Guardar la fidelidad educando el corazón. Para una persona casada el primer lugar - después de Dios- ha de ser su cónyuge antes que los hijos y, por supuesto, mucho antes que el trabajo.

4.      Saber dialogar y, al conocer los gustos y manías de la pareja, esforzarse para poder agradarle.

5.      Saber perdonar, y  para ello, comenzar por comprender.

6.      Entender que el matrimonio es un camino para ir al cielo, es decir: una vocación que viene de Dios para alcanzarlo a Él cuando muramos.

7.      Hay que educar a los hijos para que puedan llegar a ser buenos esposos y también, buenos padres.

Por otra parte, ojalá que las esposas no pierdan de vista que los hombres solemos ser muy brutos. Pero ojalá, también, que los hombres casados no olviden que lo que a nosotros nos pueden parecer tonterías (aunque a veces objetivamente lo sean) para las mujeres son muy importantes... y eso también es objetivo.