¿Independencia o libertad?

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

 

Hoy festejamos nuestra independencia. Por mi parte me siento en deuda con todos quienes lucharon para que políticamente nos hayamos independizado, pues ningún gobierno a distancia puede ser bueno. Pero por otra parte, no estoy seguro que toda independencia sea digna de celebrarse, sobre todo cuando se pasa de depender de uno para depender de otro, y cuando los resultados no son beneficiosos. En la historia del mundo no son pocas las guerras de independencia que podrían compararse con “me divorcié de mi mujer para casarme con mi suegra”. Qué clara lección nos brinda sobre este tema George Orwell en su libro “La granja de los animales”.

Hace poco, un profesor de Historia estuvo a punto de montar en cólera cuando a casi todos sus alumnos les pareciera lógico pelear porque un pueblo tenga hambre, pero no aceptaban que se deba luchar, y morir, por unos ideales. Esto simplemente les parecía absurdo. Aquí viene bien aquel texto del Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos. Con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la Tierra, ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

Partiendo de la idea de que la libertad es distinta de la independencia, pasemos a otros niveles: Cuando un hijo, por ejemplo, se independiza de sus padres, sin haber alcanzado la madurez necesaria, el resultado suele ser negativo. Esto nos permite situarnos ante un cuestionamiento básico: ¿Toda independencia es buena? Personalmente entiendo que un hombre casado es libre, pero depende de su esposa, y sus hijos, para poder decidir sobre muchos asuntos. De hecho, casi todos los compromisos que tenemos siguen respetando nuestra libertad, aunque varios puedan limitar nuestra independencia. En definitiva usar la libertad no me la aminora: o me perfecciona, o me envilece, dependiendo lo que elija. 

Hoy por hoy la libertad es una cuestión sobre la que todos hablan, pero muy pocos la tienen clara. Algunos afirman que la libertad de todos los seres humanos es ilimitada. Otros reclaman que el arte queda fuera de toda posible reglamentación y, por lo tanto, los artistas no han de limitar su actividad bajo ningún concepto. No cabe duda que el asunto es delicado, pues quienes defienden estas posturas indudablemente tienen algo de razón. Sus argumentos tienen cierta lógica. Pero también es cierto que la libertad propia termina donde comienza la ajena. Además, la libertad absoluta no existe, pues nuestra naturaleza es limitada, y por lo mismo, estamos sujetos a las leyes físicas, químicas, biológicas y humanas.

A nivel de cancha, en el ámbito familiar siempre es preferible que los matrimonios jóvenes mantengan una sana independencia de sus propios padres –suegros– a fin de madurar como pareja y familia “a se”. Pero nos conviene tener en cuenta que un afán desmedido de independencia nos puede arrinconar en la soledad más pura. Todo ello nos lleva de la mano a considerar que la libertad es un arma de dos filos, y requiere de la prudencia –como virtud regidora del comportamiento humano– para conseguir un sano equilibrio.

¿Para qué me sirve la libertad si la gasto en banalidades, en insignificancias, en trapos. . ., en estupideces? Aquí es José Luis Martín Descalzo quien nos enseña que: “El hombre se hace libre para que sus manos, sin cadenas, puedan construir algo mejor: su propia vida, y la vida de los demás”, y no conforme con ello también afirma: “Pero ahora hay que usar la inteligencia libre, para que crezca en el mundo de la verdad; el corazón libre, para que aumente el amor; la fe libre, para encontrarse más y mejor con Dios”.

Al leer estas ideas quizás algunos puedan pensar: “Eso está bien para los creyentes, pero para quienes somos agnósticos o ateos, nos tiene sin cuidado”. Ante tal argumento esta vez no será ni Cervantes, ni Martín Descalzo quien les conteste, sino Bono –el cantante irlandés del grupo de Rock U2– “Si Dios existe, estamos hablando de un asunto serio. Y si no existe, el asunto es todavía más grave”. 

En definitiva: sólo haciendo buen uso de mi liberad en esta vida podré alcanzar una felicidad ¡que no me la voy a acabar! ¡Bendita libertad!