Familia Global

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Estimado lector: ¿Está usted en condiciones de afirmar que su familia ha alcanzado un aceptable nivel de globalización? ¿Quequequé? ¿Que si no se ha percatado todavía de la importancia de estar al día, en las costumbres y principios universales que están configurando a la familia moderna?

Para poder responder a estas preguntas se puede usar la siguiente tabla:

-La estructura, y costumbres, de la familia deben estar abiertas a toda clase de influencias externas sin límites de ningún tipo.

-Deberán haber desaparecido los “formalismos” en las maneras de expresión entre padres e hijos, y hermanos entre si.

-La libertad total ha de ser la norma que rija por encima de cualquier otra.

-Habrá de cuestionarse si realmente conviene, o no, que los padres ejerzan una autoridad sobre los hijos, o si por el contrario todas las indicaciones deberán someterse a la opinión de todos los miembros de la familia, considerándose todos iguales.

-Cada familia deberá estar dispuesta a derribar sus fronteras para que sea posible el tránsito libre de personas, modas, ideologías, a través de imágenes, películas, grabaciones,  televisión, etc.

-La normas de relación no habrán de ser impuestas por leyes universales dictadas por terceros, sino que deberán de regirse por el simple mutuo acuerdo de las partes. (Un ejemplo de ello es, que los padres no deberán indicarles a los hijos cómo han de tratar al novio, o novia, pues eso les corresponde decidirlo a ellos, y a nadie más).

Si el resultado de la encuesta ha sido negativo, permítanme darle la mala noticia de que su familia se ha quedado anclada en el pasado más oscurantista. ¡Pobres de ustedes!

Es curioso, pero a pesar de que todo lo aquí señalado nos pueda parecer un “sin sentido” aberrante hemos de reconocer que aquel modelo clásico de la familia, en tantos países que presumían de un ambiente sano, ha ido cambiando, como por arte de magia, de forma que las características arriba expuestas se han ido haciendo presentes -en mayor o menor medida- por todas partes. Es evidente, pues, que el escenario social pesa mucho sobre el ámbito intramuros.

Esta relajación no es algo de tipo decorativo, sino estructural, de forma que no sólo pone en peligro el buen ambiente externo, sino incluso hasta la misma institución familiar, y lo vemos con claridad en la multiplicación de los divorcios, es decir de la aniquilación de la vida conyugal, con todo lo que esto supone.

No cabe duda que hay mucha cobardía, mucha comodidad, y mucho egoísmo, en la actitud de algunos padres de familia que prefieren no mandar, no organizar, no decidir; sino que por el contrario se van desentendiendo poco a poco de sus responsabilidades, lo cual, tarde o temprano, termina revertiéndose en su contra. Algunos papás ya no mandan, porque simplemente saben que no van a ser obedecidos. Han perdido toda su autoridad moral.

Así no resulta infrecuente encontrar casos, en los que los hijos añoran el momento de abandonar sus nidos, para poderse refugiar en otro entorno que les proporcione seguridad y afecto. Es decir, donde puedan descubrir una real preocupación hacia ellos.

Hasta aquí las sombras del cuadro, pasemos ahora a buscar el cordón que permita abrir la cortina y dejar entrar los rayos de luz que necesitamos para descubrir las posibilidades positivas en las que vivimos, de forma que rescatemos aquello que aun es rescatable.

Si todavía puede descubrir en su entorno un poco de amor, capacidad de entrega, buen humor, y la posibilidad de reconocer los propios errores. . . ¡Felicidades! Tiene usted todo lo que se necesita para recomenzar esa familia en la que todos soñamos, y como dijo alguien por ahí: “Fracaso no significa que somos unos fracasados. Significa que todavía no hemos tenido éxito”.