Epidemia de divorcio

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Basta echar un vistazo a la historia y reconocer cuál fue la verdadera causa de la caída del Imperio Romano: la degradación de su gente; pues una vez que consiguieron ser los dueños de Europa, Medio Oriente y el Norte de África, los altos mandos de las temibles Legiones Romanas fueron premiados con tierras, esclavos, riquezas y se dedicaron a disfrutar de todo ello en medio de una vida de placer y desenfreno consiguiendo, así, un resquebrajamiento moral y un debilitamiento humano que fue aprovechado por los pueblos nórdicos. 

En la actualidad, gracias a los avances de las ciencias y la tecnología, no hace falta llegar a ser una nación poderosa para poder gozar de todo tipo de placeres, como lo demuestra vivamente la mercadotecnia y dado que, nadie escarmienta en cabeza ajena, la moneda está en el aire, pues de seguir como vamos: ¿qué será de nosotros? ¿llegaremos a ser dueños del universo o, por el contrario, esclavos de nuestras pasiones?

Todos los días escuchamos y decimos que la familia es la base de la sociedad, y sin embargo, tal parece que nos encontramos ante una auténtica epidemia de divorcio, es decir, de la ruptura del núcleo de la unidad familiar. Ahora bien, la Física nos enseña lo que puede llegar a producir la ruptura del núcleo de las materias radioactivas: una reacción en cadena de fuertes alcances destructivos. Basta recordar lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki. Me gustaría estar equivocado, pero pienso que debemos plantearnos seriamente el riesgo de enfrentarnos a una gravísima crisis social. Si no hacemos algo más que cuidar el agua y las especies animales y vegetales en extinción, podemos llegar formar parte de ellas.

Si queremos tener una visión de conjunto sobre la diversidad de causas -y causantes- de la crisis moral por la que estamos pasando, deberemos analizar tanto las actitudes de los padres de familia; de los medios de comunicación; de las políticas de gobierno; como también de los programas manejados por los sistemas educativos; pues indudablemente todos somos responsables de nuestros actos, tanto de forma individual como social. Está claro que el mundo en que viven los niños y jóvenes no lo han hecho ellos, sino nosotros: los adultos. Quienes están preocupados por estos temas suelen caer en el error de buscar culpables, quizás para tranquilizar sus conciencias, pero es evidente que esto no produce los mejores resultados, sino sólo una rebatinga de acusaciones.

A pesar de los muchos problemas de sobrepeso tal parece que adultos no damos el Kilo. Mientras los responsables de los menores no luchemos a diario, y en cada momento, para superar nuestras crisis personales de carácter, de egoísmo, de orgullo, de incapacidad de comprensión y comunicación, de soberbia, de falsedad, de deslealtad, de hedonismo, de un afán desmedido por las cosas materiales y muchos otros vicios; seguiremos siendo hipócritas al exigir que los menores se porten como a nosotros nos gustaría. 

Aquí cabe cuestionarnos si el tan manejado “amor de los padres a sus hijos” está realmente presente en las relaciones de pareja de quienes pasan por graves problemas matrimoniales, no sólo cuando llegan a un nivel de ruptura, sino desde mucho antes, es decir, cuando se atreven a discutir frente a los hijos. En definitiva: ¿el amor a los hijos estará, de verdad, por encima del amor propio -en forma de orgullo- de esas parejas durante sus desacuerdos? En lo personal: lo dudo...; es más: lo niego. “Yo sería capaz de dar la vida por mis hijos” solemos oír... ¿Sí? Pero no son capaces de luchar a diario en la reconquista del amor perdido.

Por si fuera poco, muchos matrimonios no suelen tener claro que el objetivo último de la educación deberá orientarse hacia formar buenos esposos y buenos padres y madres de familia y, entre broma y broma, las chicas siempre están escuchando de sus padres que la figura de la esposa y de la madre está muy devaluada. Por lo tanto, ¿cuántas jovencitas podrán ilusionarse con llegar a ser “la esposa” o “la mamá”; lo cual no está reñido con una preparación, un título profesional y, en algunos casos, con un trabajo fuera de la casa?

Creo que es buen momento para que revisemos el valor insustituible de la esposa y la madre dentro de la familia, como también del matrimonio como un contrato indisoluble catalizado por el amor, si realmente queremos perfeccionarnos como seres humanos y superarnos como sociedad.