Conservadores, fanáticos y moralistas

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Pocos insultos tan denigrantes hoy en día cuando por fortuna navegamos en la inmensidad del océano de la tolerancia y la libertad como son: “conservador”, “fanático” y, por si fuera poco, “moralista”. ¡Qué asco! Después de acribillar a un fulano con tan fatídicos epítetos, lo único que nos restaría para ir a dormir tranquilos, es llamar a una ambulancia para que recojan al ensangrentado y despreciable ser, y lo lleven a una unidad de cuidados intensivos, o directamente a la morgue, de donde seguramente nadie reclamará sus restos para que, pasado el tiempo previsto por la ley, sean arrojados a la fosa común. He dicho.

Pero, me pregunto con gran ingenuidad, (¡Oh pobre de mi!): ¿Qué es ser conservador? ¿Cuándo un ser humano merece ser catalogado como fanático? y ¿Qué significa ser moralista? ¿Serán acaso sinónimos? ¿Qué tan grave debe ser una falta de alguien como para llegar al extremo de tildarlo de “moralista” cuando es sola y simplemente un pobrecito “fanático”? 

Héctor Zagal, con agudeza y sentido del humor, relata en un magnífico artículo (y han de perdonar ustedes, pero no lo citaré textual, sino de memoria) que un director general, preocupado por mejorar el nivel de su empresa, llamó al jefe de recursos humanos y le dijo: “Necesito que contrates a un experto en Ética para que nos asesore, y no me importa a quien tengas que sobornar para ello, ¿está claro?”. Pues bien, yo también busqué a uno de esos especialistas para que resolviera mis dudas y afortunadamente, y sin tener que sobornar a nadie, me encontré con la entrevista que le hicieran al Profesor Modesto Santos, sociólogo y especialista en Ética de donde aprovecho algunas ideas. 

La persona humana debe ser respetada en todo momento, de igual manera que la libertad, pero cuidado; no perdamos de vista que también la verdad merece respeto, y no mi verdad, ni tu verdad, sino la verdad objetiva, es decir aquella que se entrelaza con la naturaleza, y de forma especial, con la naturaleza humana.

La dignidad del hombre no se puede poner en barata, no debemos hacer concesiones con quienes rebajan al ser humano hasta quererlo nivelar con los animales. El ser humano no debe ser tratado, ni tratarse a si mismo, como un semental, o una vaca de engorda, como medio de experimentación, aunque sea “muy científica”, como objeto de morbo, ni como bicho para ser exhibido en las pantallas de cine y televisión. 

Hoy en día, parece que los únicos conservadores aceptados socialmente son los que utiliza la industria alimenticia para los productos enlatados; y me pregunto si es antiético ‘conservar’ el amor a la patria; o si es negativo ‘conservar’ las tradiciones nobles y la cultura de un pueblo; si no hemos de oponer resistencia ante quien pretende lastimar nuestra integridad física, o quien quiere despojar de su honra a una jovencita, es decir, si podemos abandonar a su suerte a una adolescente que tratara de ‘conservar’ su virginidad, quedándonos tranquilos por considerarla ‘conservadora’? 

‘Conservadores’ son, también, quienes aman y se lo demuestran a su cónyuge para ‘conservar’ ese amor; y quien trabaja bien y es puntual para ‘conservar’ su trabajo; como también quien es fiel a unos principios morales donde se ubican las virtudes y los valores para ‘conservar’ un ambiente sano donde se pueda luchar a favor del bien común, de la honestidad y la honradez tanto a nivel familiar como también en el ámbito social y político.

¿Resulta incorrecto, o ajeno a la mentalidad moderna, el tratar de ‘conservar’ el derecho primario de los padres en la educación de sus hijos, en contra de unas leyes, programas, y modos de vida, que tratan de imponer a los menores unos esquemas contrarios a lo que antes todos entendíamos como buenas costumbres? 

Quienes confundan el “fanatismo” con el derecho, y deber, de conservar “la moral”, o no han entendido lo que significan estos dos conceptos, o están rayando en otro tipo de fanatismo, convirtiéndose en “cazafanáticos”.