Me falta el manual

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Hace algún tiempo me tocó atender una actividad en El Paso, Texas, y para ello, unos amigos me prestaron un vehículo y otro me dio las señas de cómo llegar al lugar indicado, pues jamás había estado en esa ciudad, además crucé la frontera un poco tarde. Como era de esperar, me metí por un “free way” equivocado hasta llegar a quién sabe dónde. Por si fuera poco, estoy muy lejos de dominar el inglés, sin embargo pude recordar como decir “estoy perdido” gracias a lo cual, cuando logré detener a otro auto, pude decirles: “I am lost”. Lo demás se resolvió, como suele suceder en las películas de indios y vaqueros, a base de señas. 

Ahora que estoy comenzando un año nuevo, me siento como en aquella noche andando por un camino desconocido, pues me mandaron este 2006 sin mapa y sin instructivo. Mi pregunta es ¿qué voy a hacer con estos nuevos 365 días que me están esperando? Ya lo sé, tendré que afrontarlos uno a uno pues así irán llegando pero, aún así, preferiría el manual de uso.

Toda actividad humana puede ser desarrollada con actitudes positivas o negativas. Podemos trabajar con optimismo o pesimismo, con propósitos de hacer las cosas bien o mal o, incluso, sin ganas de hacerlas, por eso vale la pena plantearnos cómo habremos de enfrentar este nuevo año. Daniel Goleman, en su libro “La Inteligencia emocional”, señala que los optimistas afirman que los fracasos se deben a algo que puede cambiarse y, así, en la siguiente ocasión en la que afronten una situación parecida pueden llegar a triunfar. Los pesimistas, por el contrario, se echan las culpas de sus fracasos, atribuyéndolos a alguna condición estable, pero sintiéndose incapaces de cambiarla.

Enrique Sueiro, por su parte, afirma que el optimismo es un gran motivador, comparable con la esperanza. He aquí la pieza clave del rompecabezas mental y anímico: sólo conociendo la verdad disponemos de la libertad que nos facilita actuar con tino. Algunos problemas simplemente no se resuelven por no conocerse la situación real; otros, porque se plantean mal. 

De acuerdo al planteamiento de Sueiro podemos concluir que, dado que no sabemos qué es lo que nos depara el nuevo año, habremos de plantearnos cuál deberá ser nuestra actitud ante los imponderables que se nos puedan presentar, pues nuestra forma de enfrentarlos sí depende de cada uno de nosotros. 

Aunque suene a perogrullada no conocemos lo desconocido, pero sí conocemos algo acerca de nosotros mismos como nuestras habilidades y nuestras limitaciones; nuestras capacidades y nuestras deficiencias; nuestros éxitos y nuestros fracasos anteriores, todo lo cual es una muy buena base para comenzar a trabajar y, siguiendo con lo que nos dice este autor, el conocimiento de la verdad nos capacita para tomar mejores decisiones. 

Sólo podemos pretender el éxito en aquellas metas que partan del conocimiento de nuestra realidad, independientemente de que nos guste o no lo que somos y tenemos. Además, a diario somos testigos de que el éxito suelen conseguirlo quienes saben enfrentar las adversidades y no quienes viven con la mesa puesta. 

Claro que existe la posibilidad de que pronto me enferme y me muera; que me roben o me dé una embolia; me pueden asaltar o secuestrar; puedo perder la capacidad para trabajar y mil desgracias más, pero a lo largo de mi vida nada de eso ha sucedido y también es probable que supere el 2006 como hasta ahora, y mi deber es apostar a lo más prometedor y positivo pues de lo contrario, yo mismo estaré condenándome al fracaso.

Además, saber que somos mirados como hijos por Dios nos ha de dar una visión sobrenatural que supera la triste perspectiva de quien vive sin fe y, por ende, con el temor a flor de piel. La fe, la esperanza y el amor siguen siendo regalos insuperables que nos permiten vivir con optimismo a pesar de los pesares.