Corazón de condominio
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Hasta hace pocas décadas tener un divorciado en la familia era
un motivo de vergüenza, pero esos tiempos ya pasaron, hoy en
día los mexicanos estamos a la altura del primer mundo en esa
"muestra de civilización". Estos fracasos, se deben a muchos
factores que, tarde o temprano, producen enormes daños a los
cónyuges, a sus hijos, y a la sociedad entera.
Quizás la causa de muchas desdichas matrimoniales la podamos
encontrar en lo que tan gráficamente me decía una señora con
estas palabras: "El problema de este señor —que se ha divorciado
varias veces— es que tiene corazón de condominio".
En lo que quisiera detenerme brevemente, es el grave descuido
de los educadores, comenzando por los padres de familia, en no
enseñar la importante ciencia del dominio del corazón;
comparable, en muchos sentidos, a la doma de un caballo. Es
cierto que al corazón no le corresponde pensar, pero sí debería
hacerle caso a la inteligencia.
Por otro lado, algunos pretenden tener una gran fuerza de
voluntad sin que ello les suponga ningún esfuerzo, por eso les
gustaría encontrar un libro titulado "Eduque su corazón en diez
días". Como sabiamente dice Salvador Canals en su libro Ascética
meditada: "La ciencia de la guarda del corazón se compone de
orden y de lucha, de defensa y de ataque, de conocimiento y de
decisión, de renuncia y de sufrimiento; pero todo se ordena hacia
la felicidad y hacia su posesión".
Mientras los papás no tengan el valor de dejar de comprarles a
sus hijos todo lo que a ellos se les antoje, no habrán comenzado
a educar sus corazones; y digo "valor", porque muchas veces lo
que mueve a cumplirles sus caprichos, es el miedo a quedar mal
parados ante los demás —abuelos, tíos, primos, vecinos— o los
papás de los otros niños. En definitiva, se trata de que los hijos —
y nosotros— entendamos que todos los días hemos de privarnos
voluntariamente de algo que nos gusta. No perdamos de vista
que cuando son chicos, se le puede antojar la bicicleta de su
vecino pero al crecer, se les puede antojar la esposa.
Por otra parte, solemos caer en las garras de la publicidad en un
afán de inventarnos necesidades, olvidando que es muy sana la
educación en la austeridad.
Y cuando los hijos pregunten: ¿Por qué no me quieres comprar
tal o cual cosa?, se me ocurre que una buena respuesta sería:
"Más que decirte por qué, te diré para qué: quiero ayudarte a
educar tu voluntad, y de paso... educo la mía". Es bueno recordar
que, las verdaderas batallas del hombre se ganan o se pierden en
el corazón.
En definitiva, la felicidad tan buscada por todos, está en el "cómo
ser", no en "el tener". Sin embargo, esto exige cambiar la
jerarquía de valores a quienes buscan la felicidad en lo que se
puede comprar con dinero... Ojalá haya quienes comiencen a
exigirse personalmente en esta maravillosa y necesaria ciencia,
por el bien de todos.
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