Hembras, mujeres, madres
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
De vez en cuando aparecen noticias de niños que sufren
accidentes en los zoológicos. Hace años, un visitante ocasional en
uno de esos parques filmó el accidente de un pequeño, de
aproximadamente cinco años de edad, que cayó en la fosa de los
osos, donde se encontraban cerca de diez ejemplares. Como
había una diferencia de varios metros de profundidad, el pequeño
quedó inconsciente por el golpe. Sus padres y la demás gente
que contemplaban aquello temieron lo peor, especialmente
cuando se le acercó uno de esos enormes animales. Sin embargo,
para asombro de todos, aquella fiera no sólo no le hizo daño
alguno, sino que se dedicó a cuidar de que ningún otro oso se le
acerca. Incluso se ponía agresivo con aquellos que lo intentaron.
Los trabajadores del parque de recreo se dieron prisa en rescatar
al ni￱o, sin que su “custodio” se opusiera a ello, y así poder
mandarlo a un hospital. Más tarde, uno de los encargados del
parque hizo la aguda observación de que el animal protector era
una hembra.
Ahora quisiera hacer referencia a un hecho que me tocó vivir con
motivo de un accidente automovilístico ocurrido hace mucho, en
el cual un par de chiquillas de aproximados quince años, chocaron
contra otro vehículo. Cuando yo llegué al lugar estaban siendo
atendidas por el equipo de socorro. Gracias a Dios, los daños
personales digamos que quedaron en un simple susto.
Junto a las adolescentes, que no hacían más que llorar, estaba
una señora la cual nunca se identificó como pariente de ellas, sin
embargo, actuaba como si lo fuera, incluso decidiendo que no se
les trasladara a ningún servicio médico —dado que no había
datos que exigieran un traslado de emergencia— hasta que los
padres de ellas llegaran al lugar y pudieran decidir lo que vieran
conveniente.
En este hecho, hacía acto de presencia una vez más el instinto
maternal, esta vez en beneficio de unas criaturillas asustadas.
Lógicamente la diferencia era enorme en los dos casos, puesto
que en el del zoológico la osa reaccionó condicionada por un
reflejo natural, pero irracional. En cambio, la señora que “adopt￳”
interinamente a las chiquillas, lo hizo de forma razonada y
coherente.
Es justo reconocer la capacidad que tienen las mujeres para
actuar por encima de lo que “varonil y fríamente conviene” en
muchos casos. Es decir, esta mujer no sólo pensó con la cabeza,
sino también con el corazón.
Hay quienes suponemos que, a veces, el enemigo más peligroso
de la mujer no es el hombre, sino otras mujeres, dado que
algunas pretenden desposeer a la naturaleza femenina de esas
cualidades con las que Dios las ha dotado, buscando
absurdamente una equiparación absoluta con el hombre. Por lo
pronto, me limito a darle gracias a Dios por haberme dado un
padre hombre y una madre mujer.
www.padrealejandro.com