¿Cómo sobrellevar a mis papás?
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
De vez en cuando me llevo algunas sorpresas en el confesionario
cuando oigo decir a ni￱as peque￱as cosas como: “Me siento muy
estressada”. ¡Vaya! me digo a mí mismo; yo pensaba que s￳lo los
mayores podíamos padecer de “stress”.
La última frase llamativa que me tocó escuchar me la dijo una
maestra refiriéndose a la pregunta que le hizo con toda seriedad
una adolescente: ¿Cómo puedo sobrellevar a mis papás?
Lo primero que se me vino a la cabeza es que ese planteamiento
me resultaba injusto; sin embargo, al reflexionar un poco sobre
los estilos de vida y de convivencia en tantos hogares, caí en la
cuenta de que en muchas familias es necesario que los hijos
también aprendan a tenerles paciencia y a tratar de comprender
a unos padres que se pasan los días, las semanas, los meses y
los años sometidos a presiones que no saben manejar, y
terminan manifestándolas de formas agresivas, o por lo menos,
sumamente incómodas.
El tema de la salud psíquica resulta de gran importancia cada vez
que los trabajos crecen en exigencias, al igual que el tráfico en
las ciudades, los compromisos sociales y demás asuntos. Si esto
lo unimos al egoísmo —que todos arrastramos— se dan mezclas
muy delicadas que ponen en peligro la paz en el hogar y las
relaciones entre los miembros de la familia.
No siempre los papás tienen la razón. En ocasiones aplican
castigos o prohibiciones a sus hijos de forma injusta. Es cierto; la
autoridad la tienen los padres pero —salvando ese principio
fundamental— hemos de tener la capacidad para reconocer que a
veces los menores también pueden tener la razón.
Se dice que nadie fue educado para ser papá o mamá, sino
solamente para afrontar las responsabilidades económicas, y es
cierto en parte, pues el ejemplo vivo que recibimos cuando
éramos niños sirve de mucho en esa labor, pero también ahí
había muchas deficiencias y se cometían errores.
Hoy en día no es fácil ser educador de unos menores a los que les
tocará vivir en un mundo mucho más complejo que el que hoy
tenemos y, por lo mismo, requieren ser formados en un ambiente
donde puedan desarrollar la capacidad de juzgar para decidir,
basándose en principios de honestidad, junto con virtudes tan
importantes como: el respeto, la tolerancia, la responsabilidad, la
humildad, la fortaleza, el servicio, y la conciencia del hombre
como un ser trascendente.
Como todavía no se ha inventado —y menos producido— el
hombre perfecto, la tolerancia ante las limitaciones de los demás
resulta un tema fundamental y gran parte de la madurez ha de
ejercitarse dentro de la interpelación familiar. En Física y en la
convivencia humana, el trato requiere contacto, y fricción, y
calentamiento, y desgaste, que pueden llevar a la ruptura. Por
eso es necesario que las piezas se mantengan limpias y
lubricadas. La limpieza ha de comenzar por ejercicios de
humildad para poder quitar lo que está mal en nuestras vidas y la
lubricación se consigue con cariño.
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