Ingrata pérfida
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Hoy quiero acudir a la agudeza del famoso Chava Flores en una
de sus muy conocidas canciones que dice así:
“Ingrata pérfida, romántica insoluta, tú me estrujates todito el
corazón.
Y yo, benévolo, hablábate de amores y decíate mi anémica
pasión.
Burlábates todita, de mi ánimo extasiado, andábates creyendo
que iríame yo a matar.
Pero fallóte y ecuánime reprocho, tu intrínseco deseo que
indúceme a olvidar.
Salga lo que salgare, ahora te involucro, en las sucias maniobrias,
que usates para mí.
Ingrata méndiga; palabras no son obras; ahora tú me sobras y yo
te falto a ti”.
Si “palabras no son obras” —como bien apunta el maestro
Flores— también es cierto que: “obras son amores”. Por eso vale
la pena poner atención a lo que la experiencia diaria nos dice
acerca de las mujeres. Los invito a seguir este relato que un buen
amigo me hizo llegar:
Unos esposos estaban viendo televisión al final del día, cuando
ella dijo a su marido: Hoy estoy muy cansada; ya me voy a
dormir. Pero antes pasó a la cocina a preparar unos sandwiches
para la lonchera de los niños, lavó los platos de la cena, sacó del
congelador la carne para el almuerzo del día siguiente. Revisó
que hubiera cereal, llenó la azucarera, puso los cubiertos en la
mesa y preparó la cafetera. Colocó algunas prendas de ropa en la
lavadora, planchó unas camisas y pegó un botón que faltaba en
una blusa. Guardó unos juegos que estaban sobre la mesa y puso
la agenda telefónica en su sitio. Regó las plantas, tiró la basura, y
colgó una toallas para que se secaran.
Bostezó y se fue para su cuarto, pero se detuvo en el estudio y
escribió una nota para el profesor, colocó dinero en un sobre para
un examen médico, acomodó un cuaderno que estaba debajo de
la silla. Preparó una tarjeta de felicitación para una amiga, selló el
sobre, hizo una pequeña lista de mercado. La tarjeta y lista las
colocó cerca de la cartera. En ese momento oyó al esposo desde
la sala que le dijo: Pensé que te habías ido a dormir. Ajá, en eso
estoy —contestó ella—. Le puso agua al perro y se aseguró de
que las puertas estuvieran bien cerradas.
Entró a los cuartos de los niños y los besó, apagó la luz, colgó
una camisa, guardó unos calcetines en la canasta de la ropa sucia
y habló un poco con el hijo mayor que todavía estaba estudiando.
Ya en su habitación preparó el despertador, y sacó la ropa para el
día siguiente, sin olvidar los zapatos. Después se lavó la cara, se
puso la crema, se lavó los dientes y se arregló una uña partida.
En ese momento el esposo apagó la televisión y dijo: Me voy a
acostar y después de pasar al baño, así lo hizo, sin mayor
problema.
¿Se nota alguna diferencia? Algunos se preguntan por qué las
mujeres viven más. Quizás porque son más fuertes.
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