El rencor
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
¿Tú sientes rencor por alguien? No cabe duda que ésta es una
buena pregunta. A muchas preguntas se les puede responder con
otra pregunta, como por ejemplo: ¿Qué es exactamente rencor?
o ¿Qué entiendes tú por rencor? ¿Rencor será acaso sentir
desagrado por alguien que te ha hecho alguna ofensa? o ¿No
estar dispuesto a volver a dirigirle la palabra? o ¿Desear que le
suceda algo malo, incluso la muerte?
Sentirse molesto por las ofensas recibidas es normal. Ahora bien,
con mucha frecuencia quienes ofenden no se dan cuenta de que
otros se sienten molestos por lo que hicieron. De hecho también
es común que con lo que hacemos no queríamos ofender o
molestar a otros.
Copio aquí unas preguntas sobre dicho tema planteadas por
Mons. Javier Echevarría en su carta de abril de este año:
¿Sabemos perdonar desde el primer momento las ofensas
recibidas, que muchas veces no son tales, sino fruto de nuestra
imaginación o exageraciones de nuestra susceptibilidad? ¿Nos
esforzamos por cancelarlas del corazón, sin volver una y otra vez
sobre esos temas?
El rencor es un sentimiento que puede ser controlado por la
voluntad. Es decir, uno puede perdonar si se lo propone. Con
frecuencia la persona rencorosa no quiere perdonar, pues le
parece que al hacerlo traiciona a la justicia, ya que el ofensor
debe pagar por lo que hizo. Y esto se aplica tanto cuando las
ofensas han sido dirigidas hacia uno mismo o hacia algún ser
querido. Aquí se puede considerar que perdonar al agresor sería
traicionar a quien uno ama.
El tema no es fácil. Con frecuencia confundimos recordar con
guardar rencor. Es normal, también, acordarnos que nos
ofendieron, pero guardar rencor es no querer perdonar. Si vienen
a nuestra memoria las ofensas recibidas y procuramos meter
aquellos recuerdos en la trituradora para no desear algún mal
conseguiremos librarnos de ese fantasma que no nos deja
descansar. Es decir, que cuando decidimos perdonar nos estamos
purificando nosotros.
La experiencia nos demuestra que los rencores, cuando no los
combatimos en nuestro interior sólo nos dañan a nosotros
mismos. Nos estamos auto-envenenando. En cambio, los
supuestos agresores pueden ni siquiera enterarse de que
tenemos esos sentimientos negativos. Y, aunque lo sepan, puede
ser que les dé lo mismo.
Aquí está una de las claves de la verdadera salud mental:
Aprender a perdonar. No podemos decir que esto sea fácil, sobre
todo para algunas personas que están acostumbradas a odiar y
no desperdician ni el menor espacio para atacar, insultar, criticar.
Quizás eso los hace sentirse superiores a los demás. ¡Pobre
gente!
Muchos sabemos que el Papa Francisco ha declarado este tiempo
como el año de la misericordia. Para quienes tenemos la dicha de
saber que Dios existe y es misericordioso esto es una gran cosa,
pero al mismo tiempo nos compromete a seguir el ejemplo de
quien dejó las comodidades del Cielo, para venir a nacer en un
mugroso pesebre y vivir entre gente maloliente y casi al final de
su paso por este planetita se dejó crucificar para pagar una deuda
que no era suya. Y todo eso lo hizo por el amor que nos tiene.
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