Papás cobardes
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
En el mes de mayo del 2001 un presidente municipal de la zona
conurbada de Monterrey me envió esta carta. Lógicamente él ya
dejó su cargo, pero mantiene su preocupación por un asunto de
vital importancia, que todos sabemos, lejos de haber mejorado,
cada día es más preocupante, y no sólo en aquel municipio sino
en todo el mundo.
Estimado padre:
Como ya es costumbre, leo con mucho interés sus artículos. Al
leer el de hoy se me viene a la mente un problema que cada vez
es más grave en nuestro medio, y que quizás pudiera abordar en
alguno de sus editoriales.
Resulta que cada vez tenemos más insistencia de parte de
menores de edad que pretenden entrar —o que logran entrar— a
los antros, en donde el ambiente normalmente es poco sano y
nada edificante: demasiado ruido, mucho alcohol, parejas
haciendo de las suyas, peligro de drogas, etc...
Por citarle un ejemplo: Hace algunas semanas, un miércoles a la
una de la madrugada en una discoteca de San Pedro sacamos a
más de 120 menores de edad; yo me pregunto: ¿Y los papás, en
dónde estamos?
Como alcalde le puedo comentar que éste es un tema recurrente
en muchas reuniones por parte de padres y madres de familia,
pero lo que me llama más la atención es el hecho de que ellos
suelen preguntarme sobre lo que yo estoy haciendo al respecto
como autoridad, y difícilmente “les cae el veinte” cuando yo les
respondo que —más que responsabilidad del municipio— es de
los papás.
No hay fin de semana que la policía no me reporte muchachas o
jóvenes que levantan de las banquetas en las madrugadas, y que
por su estado no saben ni dónde están, además de encontrar en
los lugares donde se estacionan afuera de las discos un buen
número de botellas vacías, prendas íntimas, preservativos...
Bueno padre, podría seguir abundando en esto, pero creo que
algún editorial al respecto podría ser orientador a muchos de sus
lectores.
Gerardo Garza Sada.
Hasta aquí las letras de quien ocupara el puesto más importante
en uno de los municipios más ricos de nuestro país. Pues bien, y
aunque ya he tocado estos temas en diversos momentos, creo
que hoy por hoy vale la pena insistir en ello.
Está claro que no son las autoridades municipales, ni las
escuelas, quienes tienen la capacidad de formar, y proteger, a los
menores sustituyendo a los padres de familia.
Es cierto, por otra parte, que a los esposos no los enseñan a ser
padres, según suelo escuchar de quienes tienen hijos.
Personalmente no estoy de acuerdo del todo pues estoy
convencido de que los abuelos han educado a sus hijos a ser
padres con el ejemplo que les dieron en su momento, pero que
ahora el factor “miedo de exigir” es lo que marca la diferencia.
Ahora son cada vez menos los papás que se atreven a decir que
“no” ante las “exigencias” de los hijos… Todavía hay familias en
las que “esto” podría mejorar.
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