Palabras de Francisco
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
El Papa Francisco ante el Congreso de los Estados Unidos, el día
24 de septiembre les dijo, entre otras cosas:
La sociedad política perdura si se plantea, como vocación,
satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento
de todos sus miembros, especialmente de los que están en
situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad
legislativa siempre está basada en la atención al pueblo. A eso
han sido invitados, llamados, convocados por las urnas.
Todos conocemos y estamos sumamente preocupados por la
inquietante situación social y política de nuestro tiempo. El
mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio
nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre
de Dios y de la religión. Somos conscientes de que ninguna
religión es inmune a diversas formas de aberración individual o
de extremismo ideológico.
Esto nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de
fundamentalismo de índole religiosa o del tipo que fuere.
Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión,
una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo,
proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas
requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar. Y,
por otra parte, puede generarse una tentación a la que hemos de
prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la
realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en
justos y pecadores.
El mundo contemporáneo con sus heridas nos convoca a afrontar
todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos.
Sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo
exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el
enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del
asesino es la mejor manera de ocupar su lugar.
Nuestra respuesta, en cambio, es de esperanza y de
reconciliación, de paz y de justicia. Se nos pide tener el coraje y
usar nuestra inteligencia para resolver las crisis geopolíticas y
económicas que abundan hoy. También en el mundo desarrollado
las consecuencias de estructuras y acciones injustas aparecen con
mucha evidencia. Nuestro trabajo se centra en devolver la
esperanza, corregir las injusticias, mantener la fe en los
compromisos, promoviendo así la recuperación de las personas y
de los pueblos. Ir hacia delante juntos, en un renovado espíritu
de fraternidad y solidaridad.
La complejidad, la gravedad y la urgencia de tal desafío exige
poner en común los recursos y los talentos que poseemos y
empeñarnos en sostenernos mutuamente, respetando las
diferencias y las convicciones de conciencia.
En estas tierras, las diversas comunidades religiosas han ofrecido
una gran ayuda para construir y reforzar la sociedad. Es
importante, hoy como en el pasado, que la voz de la fe, que es
una voz de fraternidad y de amor, que busca sacar lo mejor de
cada persona y de cada sociedad, pueda seguir siendo escuchada.
Tal cooperación es un potente instrumento en la lucha por
erradicar las nuevas formas mundiales de esclavitud, que son
fruto de grandes injusticias que pueden ser superadas sólo con
nuevas políticas y consensos sociales.
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