Amigos
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
A veces podemos recordar, otras no, cómo conocimos a nuestros
amigos. Quizás jugamos con ellos cuando sólo podían
importarnos las canicas, andar en bicicleta, jugar futbol o a las
escondidas, o simplemente correr para perseguirnos y pegarnos,
con o sin motivo.
A las niñas siempre les gusta jugar con otras, raramente quieren
estar solas. Las muñecas, la comidita, platicar, presumir, criticar
y dejar que pase el tiempo mientras siguen hablando, con
frecuencia, dos, tres, o cuatro…, al mismo tiempo, con sus
palabras preferidas: “yo”, y, “a mí”.
Crecemos sin poder impedirlo, ni retrasarlo. Los años acaban por
pasar tan rápido como los días, y de repente, aparece, sin saber
cómo, la capacidad de enamorarse, pero no sólo de enamorarse,
sino de enamorarse con locura, sin motivo ni razón: integral y
estúpidamente.
Aquella persona aparece en la escuela, en la calle, en su casa… y
en la sopa. En la mañana, durante las clases; esas clases en las
que no nos importa de qué está hablando el maestro. Ese
profesor que sólo sabe dejar tareas, que nos regaña, y manda
reportes a los papás acusándonos de que no le ponemos
atención. Como si tuviéramos obligación de aprender ese sinfín
de tonterías y datos inútiles que nunca nos servirán para
absolutamente nada en la vida.
Y por fin, la declaración de amor que comienza lo que realmente
es importante: Estar juntos, hablar, reír, caerle bien y… el primer
beso.
Más tarde… confundir el amor con “eso”, que se siente rico, pero
que no es el amor auténtico. Es pasión, es atreverse a hacer lo
que otros dicen que es normal, que no tiene nada de malo, pero
que daría miedo que lo vieran los papás.
Y después, la vergüenza de que otros se enteren, pues a los
hombres les encanta presumir sus conquistas territoriales, y
mientras más países ocupen mejor. Se sienten como los grandes
generales de la historia mundial y galáctica. Más condecoraciones
en sus uniformes militares. Esos que no se merecían darles
“aquello”.
Mientras tanto las fiestas. Siempre más de las que les gustarían a
los papás. Y donde se comenta que fulanito es muy amiguero;
tiene cientos de amigos en su “face”, y en las fiestas siempre está
rodeado de chavos y chavas… hasta que, por quién sabe qué,
cuando pasó “algo”, lo dejan solo. Lo cual nos hace pensar que no
todos los amigos son auténticos. Se dice que las malas
compañías corrompen las buenas costumbres.
Si revisamos nuestra muy personal lista de amigos podremos
descubrir que son pocos quienes merecen que les abramos las
puertas de nuestro corazón.
Uno de los asuntos más importantes es saber escoger a aquellos
en quienes podemos confiar, y esto no sólo durante la juventud,
sino a lo largo de toda la vida. Hay gente con la podemos pelear
a gusto, con quienes podemos no estar de acuerdo, pero nos
seguimos sintiendo bien. Podemos confiar sin miedo, sabiendo
que nos entienden y respetan. Y lo más importante es que
siempre quieren