La Iglesia y la política
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
En un estudio de Pablo Arce Gargollo podemos leer: “Debe
tenerse en cuenta que la Iglesia realiza su misión salvadora con personas de
carne y hueso y en épocas históricas concretas, de ahí que no se puede
prescindir de la dimensión temporal (social, cultural, política, económica) en
que esos hombres se encuentran inmersos. De ahí que la Iglesia tiene, como parte
de su misión salvadora, el clarificar, con la luz de la Revelación que le ha
sido confiada por Dios, todo el complejo ámbito de la actividad humana y
salvaguardar –siempre que sea necesario– la dignidad de la persona y sus
derechos fundamentales. Así pues, la Iglesia interviene, cuando es preciso, a
través de su Magisterio, tanto universal (Romano Pontífice), como particular
(los obispos en sus respectivas diócesis).
Por política puede entenderse, la
ética o moral de la “polis” (sociedad civil). Es decir, el conjunto de los
principios que regulan las relaciones sociales en orden a la consecución del
bien común, y que permiten especificar los derechos y deberes de los miembros de
la sociedad en el ejercicio de la virtud de la justicia, tanto legal y
distributiva, como conmutativa.
En una segunda acepción, se entiende por
política el arte de gobernar a los pueblos y conservar el orden y las buenas
costumbres de acuerdo a los principios éticos. En este segundo significado
encontramos el conjunto de actividades tendientes a la obtención del poder
político que permite gobernar. Esto se conoce como política partidista.
Ahora bien, la Jerarquía de la Iglesia puede y debe hablar de política, es
decir, de los principios éticos que deberán regir la “polis”. Nunca, en cambio,
deberá hacer política partidista.
Respecto a las intervenciones de la
Jerarquía la misma Iglesia declara su derecho: “Es de justicia que pueda la
Iglesia, en todo momento y en todas partes, predicar la fe con auténtica
libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres, sin
traba alguna, y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden
político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o de la
salvación de las almas, utilizando todos y sólo aquellos medios que sean
conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de
situaciones”. (Gaudium et spes, 76).
No debemos olvidar que, la Iglesia está
formada no sólo por los obispos y los sacerdotes, sino por los fieles laicos.
Estos fieles laicos “que de ningún modo pueden abdicar de la participación en
política, es decir, de la multiforme y variada acción económica, social,
legislativa, administrativa y cultural destinada a promover orgánica e
institucionalmente el bien común.
Sabemos que en el ámbito sociopolítico hay
un amplio margen de indeterminación. Dentro del cual, a diferencia del carácter
absoluto de determinadas enseñanzas religiosas propuestas por el Magisterio,
caben múltiples opciones, más o menos viables, según el grado de competencia
técnica o científica de quienes las sustentan.