El pretendiente
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Hace poco cayeron en mis manos estos versos, que según la
donante, recitaba Don José Gómez. Como se puede ver, son de época claramente
lejana, aunque incierta.
Salí de la casa de juego cansadito de perder,
para alivio de mis males, me encontré yo a una mujer.
Al verla tan
hermosa, sí la quise pretender,
y la niña me responde: Deje usted, lo
pensaré.
Caballero, si usted quiere, mi hermosura contemplar,
todo
cuanto yo le pida, me lo tiene usted que dar.
Lo primero es una casa que
valga cien mil doblones,
Y que asomen a la plaza las ventanas y balcones.
En medio de aquella casa me ha de poner un jardín
con las flores
plateadas para darme gusto a mí.
En medio de aquel jardín me ha de poner una
fuente,
con cuatro caños de vino, y otros de agua oliente.
Desde la
casa a la iglesia debe ponerme una parra,
para cuando vaya a Misa no me dé
sol en la cara.
Desde mi casa a la iglesia debe ponerme una alfombra,
para
cuando vaya a Misa no me manche yo la cola.
El cuarto en donde yo duerma
ha de ser de caoba y oro,
con las vigas plateadas para darme gusto en todo.
Las cortinas de mi alcoba serán de terciopelo encarnado,
y de cortina en
cortina un corazón dibujado.
Cuatro siervos que me sirvan y me tengan
gran temor,
Para cuando yo los riña, se metan en un rincón.
Vaya usted con
Dios, señora. Mañana volveré.
Es mucho lo que usted pide…, que venga otro y
se lo dé.
Resulta simpático el planteamiento de esta bella mujer, pero
la conclusión del caballero no podía ser más certera. Quizás él fuera un
ludópata, pero no un tonto. Lo curioso es que este tipo de actitudes se siguen
dando en nuestros días, y no faltan los ingenuos, quienes a pesar de las
exigencias de las jovencitas, están dispuestos a casarse con ellas cometiendo un
gravísimo error.
Antes de mandarme quemar con leña verde por criticar a las
damas, he de aclarar que sólo me refiero a aquellas que demuestran su inmadurez
al querer ser tratadas como reinas, sin estar preparadas para sacar adelante los
compromisos exigidos por el matrimonio y la maternidad.
Por otra parte,
podemos descubrir esa misma falta de compromiso en muchos varones por no tener
las virtudes indispensables para llegar a ser “cabezas de familia”. Léase:
laboriosidad, honestidad, fidelidad, orden, respeto, dedicación al hogar, etc.
Todo el mundo tiene el “Ius Connubii”, es decir el derecho al matrimonio, pero
no todos han alcanzado la madurez necesaria. Hay quienes se han pasado toda su
infancia, adolescencia y juventud jugando, y piensan que el matrimonio también
es un juego.
Ojalá que esto le sirva a alguien antes de que sea demasiado
tarde.
www.padrealejandro.com