Que los quemen vivos
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Gracias a tantos medios de comunicación tenemos la
oportunidad de enterarnos de todo lo bueno y todo lo malo que sucede cerca y
lejos de nosotros en tiempo real. Lógicamente las noticias graves llegan a
nosotros con más rapidez, y cuando el número de calamidades se multiplica, se
crea un ambiente de reclamo social muy comprensible, pero muy peligroso.
Nos
suenan familiares aquellas palabras de Lope de Vega: “¿Quién mató al gobernador?
Fuente Ovejuna Señor”, que fueron tomadas de un hecho real donde se presenta la
unión del pueblo contra la opresión y el atropello del Comendador Mayor de
Calatrava.
Qué lógico es que, en ocasiones, a todos nos pasen por la cabeza
los reclamos de justicia ante las graves injusticias que a diario se cometen en
todas partes, lo cual no es incorrecto si dichos reclamos están encaminados a
exigir que se proceda de acuerdo a las leyes y procesos justos, y no por un afán
desmedido de venganza.
Qué difícil controlar la ira cuando los agresores
actúan con premeditación, alevosía y ventaja. Sobre todo, cuando son las mismas
autoridades quienes, abusando de su poder, corrompen su misión y, buscando sus
intereses personales, se valen de fuerza desproporcionada.
Sin embargo, es
precisamente en estas situaciones cuando tenemos más necesidad de actuar con la
cabeza fría, respetando el Estado de Derecho, pues de lo contrario, podemos
estar alimentando un monstruo que, tarde o temprano, se volverá contra nosotros
para destrozarnos, y esa calamidad se llama anarquía.
La experiencia ha
demostrado, sin cansancio, que la violencia llama a la violencia. Que no
respetar el orden social -que tanto trabajo y tiempo ha llevado establecer- sólo
serviría para trasmitir el poder a quienes tampoco son perfectos, y no fueron
elegidos mediante un proceso democrático que permitiera conocer a los candidatos
para los puestos públicos. Algo semejante a las jovencitas quienes, hartas de
las exigencias de sus padres, se unen a un hombre cualquiera con la ilusión de
estar más tranquilas y mejor valoradas… ¡Oh gravísimo error!
Por otra parte,
que alegría da constatar que la sociedad despierte de su letargo y levante su
voz para exigir que los servidores públicos cumplan con aquello a lo que se
comprometieron al ser elegidos, o al recibir las responsabilidades de unos
cargos que les confió la autoridad.
Cada día resulta más urgente que quienes
están involucrados en la delincuencia, sean detenidos, juzgados y castigados
conforme a las leyes, y que éstas sean reformadas para conseguir el escarmiento
necesario, y así podamos alcanzar la paz a la que todos tenemos derecho.
Protestar, sí. Exigir, sí. Proponer, sí. Colaborar, sí. Cero corrupción y cero
impunidad, sí… Éste, y no otro, es el camino; pues de lo contrario podemos
terminar como una jauría de lobos hambrientos, cometiendo las mismas o peores
injusticias que tanto nos irritan.
Cuidado, pues. No perdamos de vista que
llevamos una fiera dormida dentro, y que si la despertamos, antes de comerse a
otros, nos devorará a nosotros para poder salir.