Nefasta televisión
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
De manera incansable vemos cómo en los programas de
televisión se promueven tratamientos milagrosos para combatir las consecuencias
y padecimientos de un sinfín de enfermedades. Algunos afirman que este tipo de
publicidad sólo sirve para aumentar el número de hipocondriacos.
También es
cierto que lo peor que le puede pasar a uno es morirse de una enfermedad que no
sea grave. Sobre todo, si dicho padecimiento es tratado con Prexosolfusina
sódica, que además de no remediar nada, simplemente no existe.
Lo anterior
nos puede servir para comprobar que la gran ventaja competitiva de la televisión
sobre otros medios de comunicación, es que se puede oír y ver, pero no exige
pensar.
¿Podemos imaginar un hogar mexicano sin televisión? ¡Qué horror!
Sería como un pobre elefante sin trompa. Sin embargo, llegados a este punto
estamos en condiciones de pensar cuánto bien y cuánto mal le han hecho las
cadenas televisoras a nuestro país.
Si la programación está basada en
telenovelas, chismes-shows, concursos de niños para adultos, noticieros llenos
de información manipulada, y por otra parte, todo ello sostenido por una
publicidad fraudulenta e indecorosa, y además sabemos que hay hogares donde la
televisión está encendida durante cinco horas o más todos los días, sería
ingenuo esperar buenos resultados.
Curiosamente las leyes que regulan estos
medios hablan del respeto a la moral social y a la dignidad del ser humano. ¡Oh
anticuada ilusión! “Eso”… ya no existe. Los tiempos modernos no saben de
respeto, pudor, ni justicia. Las leyes del comercio, en una sociedad de consumo
y economía liberal, han podido superar esos viejos prejuicios que suenan a
religión.
Usar ese maravilloso medio de comunicación de forma tan prosaica
es como envolver la basura en el lienzo de una obra de arte. ¡Qué desperdicio!
Si el hombre tiene la capacidad de perfeccionarse a lo largo de su vida, la
televisión y todos los demás inventos modernos, debería estar al servicio de esa
superación. Es cierto que hay programas muy positivos y enriquecedores, pero un
poco de alimento sano no es capaz de sanar una comida indigesta -cuando no
descompuesta- que nos sirven en grandes cantidades.
Está claro que mejorar
los contenidos en los medios de comunicación no resolvería milagrosamente
nuestro complicado mapa social. No existen soluciones mágicas para sanar una
sociedad tan lastimada por la violencia, los fraudes políticos, la demagogia de
los poderosos, los delitos de quienes tienen autoridad política, social o
religiosa. Pero sí ayudaría a crear una postura positiva y participativa en
mucha gente.
Somos muchos los que pensamos que se debe trabajar a favor de
una sociedad más sana privilegiando a la familia a través de programas donde,
sin caer en cursilerías, se promuevan temas como el respeto, la fidelidad, el
perdón, el espíritu de servicio, el cariño, la sana obediencia y otros más.
Supongo que esto es mucho pedir, pero si algún comunicador desorientado cambia
su ruta y se suma a estos ideales podrá estar seguro que beneficiará a mucha
gente.