El verbo ser y lo que viene siendo

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

No cabe duda que el español es una lengua viva, y muy viva por cierto, usada por mucho millones de personas en el mundo entero y, por lo mismo, con una serie de variantes, modos, acentos, vocablos y frases novedosos que le vienen de otros idiomas; de los avances de la tecnología; del ingenio popular y no pocas veces; de los comediantes tan populares de la televisión y de la radio. En este tema, como en tantos otros, es aplicable aquello de que: esto ya no hay quien lo pare. 

Lo curioso de esto es que no faltan quienes se acostumbran a usar expresiones equivocadas con absoluta seguridad pensando que son precisos e, incluso, elegantes. Un ejemplo de ello lo tenemos en el famoso: “Lo que viene siendo”. Con gracia me hizo reír un amigo, cuando haciendo referencia a esta expresión, me dijo, “El verbo ser, y el ya famoso: lo que viene siendo”. Claro está que usar la palabra con giros novedosos y simpáticos es algo digno de alabanza si lo hacemos dentro de ciertos límites y respetando la gramática.

Tristemente buena parte de los abusos son frecuentes en quienes tenemos la obligación de hablar bien por motivos de nuestra profesión como sucede con los comunicólogos, locutores, reporteros, periodistas, editorialistas y demás. Al igual de quienes ocupan cargos de autoridad en la vida civil, académica y eclesiástica. Hace no mucho, con motivo de los huracanes que han afectado a diversos países, apareció la siguiente nota en un prestigiado periódico: “no ha cesado de continuar lloviendo”. ¡Hágame usted el favor!

Pues bien, me parece que la manera en que manejamos ese maravilloso instrumento de comunicación que es el idioma, es un simple reflejo de una actitud que encontramos en la forma de conducir nuestras vidas. La diversidad de culturas en cada región del mundo nos pone en contacto con todo tipo de personas, desde las más equilibradas, prudentes y ecuánimes hasta aquellos a quienes nada más les tiran un hilo y se hacen nudos. 

El manejo de la lengua es un claro reflejo de la riqueza personal. Manifiesta dónde hemos nacido; el nivel cultural de nuestra familia, así como la afición por las buenas o malas lecturas. Por lo mismo me parece que, si los padres de familia tuvieran un poco más de conciencia en estos temas, deberían plantearse qué tanto contamina a sus hijos la televisión con sus imágenes y su lenguaje. Sin pretender encapsular a los menores en campanas de cristal para evitar su contacto con el mundo exterior, me parece que un control estricto de la televisión debería considerarse, como tántas medidas higiénicas, semejantes a las aconsejadas en casos de epidemias. 

Todos los días, cuando un niño le pide permiso a su mamá para ver la televisión suele recibir la siguiente indicación: “Pero nada más una hora, porque tienes que hacer tu tarea” en vez de preguntarle: ¿Qué vas a ver? No cabe duda que el tema es de carácter multidisciplinar, pues al no permitir que los niños vean la caja mágica se precisa de un sustituto que sea capaz de entretenerlos, pero, sobre todo, implica un cambio de actitudes en los papás pues requiere una mayor inversión de su tiempo para convivir con los hijos. 

Otro factor de influencia en la forma de enfrentar la vida es el de la convivencia con los amigos y compañeros de clases. Aquí entramos a un mundo de dimensiones ilimitadas, que se ha de preparar desde que los hijos son muy pequeños. Vale la pena hacer ejercicios mentales para ayudarlos a elaborar una lista de las cualidades humanas que les gustaría que tengan sus amigos y más tarde, cuando llegue el momento, sus novios y esposos. Pero indiscutiblemente la balanza de la educación se inclina sobre todo hacia lo que se recibe en el propio hogar.

Conviene recordar que los hábitos paternos en el uso de algunos vocablos, así como el de la lectura y el de ver determinados programas de televisión, influyen para bien o para mal en los hijos, de forma parecida a como influye la costumbre de escuchar los distintos estilos de música. Estos asuntos suelen quedar como el telón de fondo en la formación cultural de cada uno. ¿No les parece que conviene reflexionar sobre ello?