Torres de control

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

“Ya no puedo soportar a mi esposo(a); su afán de dominar. Es celoso(a). Me marca al celular por lo menos 30 veces al día. Me cuestiona siempre sobre con quién estuve. Me revisa el teléfono, la ropa, mi “face” y mi computadora. Y así ha sido desde que éramos novios. Ya no soporto vivir así”.

Este es un ejemplo de un frecuente motivo de conflictos en todas las relaciones humanas, especialmente dentro del ámbito matrimonial. Aquí deseo referirme a esas personas –tanto hombres como mujeres– que teniendo un carácter dominante suelen actuar como controladores de los demás. Se les tiene que solicitar pista de despegue; informarles del plan de vuelo; hay que mantener contacto con la torre de control todo el tiempo…, y pedirles permiso para aterrizar.

Con mucha frecuencia suelo atender a gente con serios problemas matrimoniales originados por esta actitud de parte de uno de ellos o, en algunos casos, de los dos. Lo cual suele provocar rupturas en quienes, habiéndose amado, pueden terminar odiándose.

A veces es fácil descubrir cómo esta forma de conducta tiene su origen en carencias y complejos originadas desde la más tierna infancia, y por lo mismo, vienen arrastrando problemas que no pueden resolverse con un simple acto de la voluntad, sino que requieren de un trabajo esforzado y constante durante largo tiempo y, por lo mismo, también de la paciencia de la pareja.

Los dominadores requieren, también, ejercitarse en la paciencia con ellos mismos, pues mejorar su debilidad de carácter puede parecerles algo imposible. Quien pretenda ayudar a estas personas ha de demostrarles una confianza alentadora buscando el Efecto Pigmalión.

A menudo el trabajo de reingeniería requerido para restaurar esos matrimonios se complica porque cuando se plantean pedir ayuda pueden estar ya hartos o desanimados. Por eso, un recurso que suele ser positivo de entrada, es animarlos a considerar si las decisiones que están tomando urgen o pueden esperar. En casi todos los casos se dan cuenta que pueden esperar, y entonces se construye una base de cierta tranquilidad para poder dilucidar qué sería más conveniente.

Dominar un carácter controlador requiere de claridad en los planteamientos y un sincero y firme deseo de luchar. Pero también se necesita tener una actitud humilde y contar con la ayuda de una persona con suficiente autoridad moral que pueda hacer ver en qué cosas concretas se están extralimitando.

En cuanto a las inseguridades que vienen del pasado sabemos que algunas no pueden remediarse, pero habrá que procurar sustituirlas buscando los aspectos positivos que la vida presente ofrece, buscando un proyecto de vida futura prometedora para tener un motivo lo suficientemente esperanzador que los motive a luchar.

Afortunadamente son muchos los casos de matrimonios que se han salvado o, por lo menos, que han conseguido una cierta estabilidad basada en el respeto mutuo, consiguiendo con ello disminuir desgarraduras en los cónyuges y reduciendo, por lo mismo, daños más severos en los hijos.