Los cristianos en el mundo
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Uno de los textos más famosos de los primeros cristianos
es la carta de Diogneto supuestamente datada a finales del siglo II DC. De la
cual copio las siguientes líneas.
Los cristianos no se distinguen de los
demás hombres…, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar extravagante,
ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado
gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como
otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.
Viven en ciudades
griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los
habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin
embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos,
increíble…
Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra,
pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su
modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los
condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son
pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la
deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello
atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y
ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como
malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la
vida…
Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que
el alma es en el cuerpo… La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido
de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también
el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque
se oponen a sus placeres.
El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de
que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma
está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo;
también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero
ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en
una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas
corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona
con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente
mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les
ha asignado, del que no les es lícito desertar."
Al leer este texto uno se
queda con cierto sabor amargo de boca pues, desafortunadamente, aquella
coherencia de los primeros cristianos la hemos perdido con el pasar del tiempo.
Me atrevo a afirmar que todo lo que enuncia Diogneto se puede resumir en una
palabra tan rica como comprometedora: ¡Coherencia! Ojalá nos sirva a muchos para
examinarnos y mejorar.