Doctrina Social de la Iglesia

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

En estos días releía una biografía de quien fue el primer sucesor del fundador del Opus Dei -Mons. Álvaro del Portillo-, y me llamaron la atención unas palabras que dirigió en México en 1983: “Hijos míos, por lo que he podido observar en estas correrías por varias partes del país, he notado una gran diferencia entre las clases sociales. Veo ricos que son demasiado ricos y pobres que son excesivamente pobres. A todos digo, recordando la enseñanza del apóstol san Juan, que “no es verdad que se ama a Dios si no se ama al prójimo, a quien vemos y tenemos cerca”.

Don Álvaro del Portillo impulsó en todo el mundo varias iniciativas de carácter social para la promoción de gente de bajos recursos.
Ahora, cada vez más, nos llama la atención la insistencia que el Papa Francisco ha estado haciendo sobre estos temas de vital importancia para las naciones en desarrollo. Para algunos neófitos las declaraciones del Papa sobre su preocupación por los pobres resultan algo novedoso. Sin embargo, estos temas son parte de la doctrina cristiana desde la predicación de Jesús, pasando por las enseñanzas de San Juan y San Pablo y han estado presentes a lo largo de su historia.

En los últimos siglos, a partir de la encíclica “Rerum Novarum” (1891) de León XIII se han sintetizado estas enseñanzas dando como resultado lo que conocemos como la Doctrina Social de la Iglesia. Así pues, pocos saben que la Iglesia Católica vio con muy buenos ojos al sindicalismo como una forma de proteger los derechos de los trabajadores, desde los inicios de la revolución industrial. En esta encíclica leemos: “Disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, y desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión, el tiempo fue entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores”.

Ahora bien, podemos ver cómo las enseñanzas del Papa Francisco van, como es lógico, en la misma línea: “La crisis económico-social y el consiguiente aumento de la pobreza tiene sus causas en políticas inspiradas sobre formas de neoliberalismo que consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad de las personas y de los pueblos”.
No cabe duda de que en nuestra época tenemos grandes hipotecas sociales que pagar. La mayoría de la gente que goza de una buena posición económica y cultural, ya la tenían al nacer. Es decir, no les costó vivir de esa manera cuando eran chicos, y quienes ahora viven en la pobreza, y en la miseria, así nacieron o sea que no tienen la culpa de ser pobres sino la desgracia de serlo. Hay quienes no lo creen así, especialmente los que estudiaron gracias a la ayuda de sus padres y, aunque hayan dedicado esfuerzo a su preparación académica, no han sufrido lo que aquellos que se han visto en la necesidad de trabajar siendo aun niños. Habremos de cambiar muchas cosas en nuestros esquemas mentales para hacer que este mundo sea más justo.