¿Pequeño o insignificante?
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Con frecuencia escuchamos que a las cosas pequeñas se les llama
“insignificantes”. Sin embargo, son términos que no debemos confundir, pues
insignificante significa que algo no tiene significado, y la experiencia diaria
nos hace descubrir que hay muchos asuntos que, siendo pequeños, tienen un enorme
y claro significado, sobre todo para determinadas personas.
Los ejemplos
son innumerables, pero no quiero quedarme con las ganas de mencionar algunos.
Entre los enamorados siempre hay palabras y gestos que pueden pasar
desapercibidos a los extraños, pero no entre ellos. Una flor, una sonrisa, una
caricia… pueden hacer la diferencia entre un día amargo y sombrío, para
convertirlo en dulce y luminoso.
De hecho, los seres materiales gigantes
están hechos de partes tan pequeñas como los átomos. Las ciudades están hechas
de ladrillos, los seres vivos de células, y así todo. Las obras maestras de los
grandes pintores fueron creadas a base de pinceladas, eso sí, poniendo cada
pequeña mancha de color en el lugar adecuado.
Así como los amantes del
arte pueden descubrir a los genios de la pintura, también nosotros podemos
encontrar a muchos héroes anónimos por su forma de trabajar y de tratar a los
demás. Esto resulta especialmente importante al enterarnos que muy raramente se
nos presenta la oportunidad de hacer cosas grandes, pero siempre tenemos entre
manos la ocasión de realizar muchas acciones pequeñas para construir una vida
llena de sentido.
Dado que nuestras vidas se tejen de días, horas y
minutos, podemos aprovechar esas fracciones para escuchar con atención a tanta
gente atribulada que convive con nosotros, de tal forma que aquellos momentos
adquieran un valor inestimable.
Aprender a vivir aprovechando las cosas
pequeñas puede convertirnos en ese tipo de personas que cambian el mundo para
hacerlo mejor, o podemos dejarnos arrastrar por la mediocridad de quienes
cobardemente se esconden en su comodidad matando inútilmente el tiempo.
Resulta triste descubrir que muchos jóvenes no tienen un ideal valioso por el
qué vivir, y así, con facilidad se sumergen en gastar su tiempo entreteniéndose,
disfrutando las maravillas que la técnica les ofrece, pero al final del día
tendrían que reconocer que no hicieron nada… nada valioso.
Las crisis que
estamos padeciendo en nuestro tiempo tienen mucho que ver con esa visión simple
del hombre, según nos enseña San Josemaría Escrivá en el punto 279 de Camino: “
La gente tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. Cuando
vivas vida sobrenatural obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura, y,
con ella, el relieve, el peso y el volumen”.
Hay tanto por hacer en todos
los órdenes. Hay tanta gente necesitada de manifestaciones pequeñas de cariño,
pero llenas de significado. Sólo descubriendo las maravillas que podemos hacer
aprovechando lo ordinario podremos darle su verdadero sentido a nuestra
existencia.
Si aprendiéramos a vivir queriendo, superando el simple
instinto de supervivencia en el que se quedan tantos, podríamos transformar
nuestro mundo real, pero insípido, en un universo sabroso y rico en colores y
fragancias.