Asuntos matrimoniales

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

El matrimonio es algo tan hermoso que yo me casaría dos veces por año. Esta ocurrente afirmación de un amigo deja entrever la forma en que muchos ven, ya no digamos el matrimonio, sino la boda. Son ese tipo de personas que tardan más en preparar su casamiento que en divorciarse.

No resulta raro que cada día haya más comentarios en contra del matrimonio pues sacar adelante este tipo de unión es sumamente complicado y lo que está de moda son los planes con facilidades de pago, los sistemas para adelgazar sin tener que dejar de comer y cosas por el estilo.

Si queremos en Ferrari o un Porche tendremos que estar dispuestos a pagar mucho dinero, por el contrario, si lo que queremos es un auto que no nos haga sufrir si nos lo roban, podemos conformarnos con un Chevy, un Tsuru o un Bocho.

Pretender un matrimonio para toda la vida, donde reine la paz y la armonía exige, en primer lugar, un noviazgo de calidad entre personas virtuosas. Las cuales estén preparadas para servir haciendo felices a los demás, es decir, personas que hayan sido educadas en sus familias bajo un régimen de amorosa exigencia, y esto, hoy en día, no se encuentra con facilidad. Todo esto requiere de mucho sacrificio y perseverancia.

Si hay una realidad complicada esa es el matrimonio, por su carácter altamente multifactrial, pues en él intervienen la personalidad de cada uno de los cónyuges que van cambiando según los años con sus vicios y virtudes, el temperamento de cada hijo según sus edades, y de cada uno de los parientes cercanos, y qué tanto influyen para bien o para mal en la propia familia; el factor económico, la religiosidad de los miembros de la familia, el vecindario, las escuelas, la casa habitación, la estabilidad del trabajo o trabajos de los esposos, y los imprevistos que nunca faltan.

El ambiente actual se va inclinando cada vez más hacia la falta de respeto y esto se nota mucho en el ambiente familiar.

Otro tema fundamental estriba en la madurez de los esposos. Dicha cualidad se manifiesta en la capacidad para darle a cada cosa su verdadero valor. Las personas inmaduras hacen escándalos por pequeñeces y no saben responsabilizarse por los asuntos importantes. Un inconveniente frecuente en este tema es que los inmaduros -como sucede con los alcohólicos- no son capaces de reconocer su problema.

Mi marido y yo somos como el agua y el aceite en el mismo charco, decía una señora, y esto suele ser frecuente. Las necesarias diferencias entre las parejas pueden superarse, en buena medida dependiendo, de una actitud de humildad y comprensión.

Gerald Rogers suele dar este consejo “Enamórate una y otra vez. Siempre habrá cambios, tanto en ella como en ti, y es por eso que ambos tendrán que reelegirse todos los días. Cuida su corazón, sino ella puede dárselo a otro y quizás nunca lo recuperes. Siempre lucha por ganar su amor tal como lo hiciste cuando la cortejabas”.