Derecho a ser feliz

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

En un artículo firmado por Martha Morales aparecen unas ideas que cada vez las escuchamos con más frecuencia. Por ejemplo: "Los jóvenes también tienen derecho al placer sexual”.

Pero lo que se les oculta a los adolescentes es que las relaciones sexuales suelen crear vínculos que muchas veces pueden producir heridas y desilusiones frustrantes, aunque se eviten los embarazos y los contagios de las ETS.

El derecho al placer no existe, porque el Derecho sólo custodia un orden de conductas externas. El Derecho no puede regular experiencias o apetitos internos como tampoco puede obligar a que esos actos sean realmente gozosos. No se puede demandar, ni indemnizar en caso de que falte el placer.

Por otra parte confundir el placer con la felicidad es como confundir el mar con la sal. Puede haber alguna relación, pero son dos cosas distintas.

Los términos "derechos sexuales", "orientación sexual", “métodos anticonceptivos”, como muchos otros, son tan usados como frágiles desde el punto de vista racional, pero han ido ganando carta de nacionalidad en la cultura actual produciendo un deterioro irreversible en la adecuada valoración de la dignidad humana.

Por su parte, Juan José Pérez Soba afirma: Posiblemente nunca la sexualidad ha estado tan presente en nuestra sociedad, no sólo en las conversaciones, sino en cualquier anuncio, en todo espectáculo, en toda realidad cotidiana. Freud al diagnosticar como neurótica la sociedad puritana de principios del siglo XX, promovió un aumento de la libertad sexual con la intención de mejorar la salud psíquica de tal sociedad. A pesar de ello, en la actualidad la obsesión sexual está lejos de disminuir, alcanzando, incluso, nuevas cotas de "adicción al sexo", lo cual es considerado como patológico en los círculos psiquiátricos de muchos países.

No es un fenómeno casual. Detrás de él existen grandes intereses y un apoyo más o menos tácito de toda una sociedad que parece inerme o que contempla con una cierta satisfacción tal situación. A este difuso fenómeno se le puede llamar “pansexualismo”. Su estallido se remonta a la "revolución sexual" de los años 60s del siglo pasado. Y que se caracteriza por medio de tres principios básicos:

1º) La reducción de la sexualidad a genitalidad, es decir, el calificativo sexual se va a aplicar sólo a lo que conlleve la excitación sexual, perdiéndose el sentido integral de las nobles relaciones entre el hombre y la mujer.

2º) El tratamiento de tal sexualidad como objeto de consumo. Por tanto, los criterios para su realización serán los mismos que rigen cualquier consumo: cuanto más, más rápido y más intenso sea el placer, mejor sexo.

3º) Que reclama la presencia de la genitalidad y su consumo como normal en cuanto hecho e incluso como una buena tendencia social. Aquí el término "bueno" significa entonces lo mismo que un "bien de consumo". Esto produce esa omnipresencia de la sexualidad, hasta poder hablar de una auténtica obsesión sexual. La sexualidad entendida como excitación genital se convierte en un fin necesario.

No cabe duda, si lo que se busca es vaciar y desubicar a la sociedad este es el camino más eficaz.