Francisco: Sencillito…, sencillito
En uno de tantos lugares de los medios en estos días leí que “una mexicana que
fruta vendía…” dijo que el Papa, a pesar de ser argentino, es sencillito,
sencillito. Qué buena definición. Esta muchacha tiene esa gran cualidad de la
síntesis que permite definir a una persona con dos trazos. Más aún, ella supo
hacerlo con uno solo -repitiéndolo- pero un solo trazo.
Cuánta tinta se
ha estado usando en estos cinco meses en los que la Iglesia Católica se ha
convertido, una vez, más en el foco de la noticia, pero ahora no de escándalos y
corrupción, sino de guía para una humanidad que está reclamando líderes
verdaderos, coherentes, que marquen el rumbo para miles de millones de personas
que andan como ovejas sin pastor. Y es que la libertad no se basta a sí misma…,
necesita un Norte.
Qué gran ajedrecista es Dios. Con jugadas muy
pensadas ha movido pacientemente sus piezas: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan
Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco… Va llevando su juego
transformando la figura del papado en una realidad que propone una visión
idealista, pero real; sobrenatural y humana, muy optimista y cercana, que se
adapta a cada momento histórico. El objetivo es facilitar la salvación eterna a
todos. Se ve claro que anda buscando un jaque mate de lujo.
Buen momento
para fijarnos en algunas palabras del papa Francisco en su reciente visita a
Brasil.
“Un proceso que hace crecer la humanización integral y la cultura
del encuentro y de la relación; ésta es la manera cristiana de promover el bien
común, la alegría de vivir. Y aquí convergen la fe y la razón, la dimensión
religiosa con los diferentes aspectos de la cultura humana: el arte, la ciencia,
el trabajo, la literatura... El cristianismo combina trascendencia y
encarnación; por la capacidad de revitalizar siempre el pensamiento y la vida
ante la amenaza de frustración y desencanto que pueden invadir el corazón y
propagarse por las calles.
“Un segundo punto al que quisiera referirme es
la responsabilidad social. Esta requiere un cierto tipo de paradigma cultural y,
en consecuencia, de la política. Somos responsables de la formación de las
nuevas generaciones, ayudarlas a ser capaces en la economía y la política, y
firmes en los valores éticos. El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la
política, rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la
caridad. El futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una
política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite
el elitismo y erradique la pobreza. Que a nadie le falte lo necesario y que se
asegure a todos, dignidad, fraternidad y solidaridad: éste es el camino
propuesto… Los gritos que piden justicia continúan todavía hoy”.
Esta
llamada de atención es para todos, pues todos estamos comprometidos en la tarea
de hacer que nuestro presente sea mejor. No basta oír, es necesario querer
escuchar.