Quiéranme, por favor.
Quizás recuerden una canción cuyo título en Inglés es: "I just called to say: I
love you" (Sólo llamé para decirte que te amo) Me gustó desde la primera vez que
la oí. Y no sólo por su música, sino, por todo lo que dicha idea arrastra detrás
de sí. Este, es un claro ejemplo de las boberías que hace un enamorado. O sea,
uno de esos actos humanos que no obedecen ni a las Matemáticas, ni a la Física,
ni a la Química, ni a ninguna de esas leyes pre-establecidas por la Naturaleza;
o las leyes creadas por el hombre, en su propósito de reglamentar el orden
social.
El sólo hecho de llamar por teléfono al ser amado para
confirmarle que se le quiere; así como llevarle una flor; o una serenata;
depende por completo del ejercicio de la libertad. Y esto tiene relación directa
con lo que el Papa Pío XII dijo: "No hay hombres malos. Hay hombres a los que
les falta amor... y todos necesitamos más amor del que merecemos".
Todos
los días somos testigos de verdaderas manifestaciones del amor silencioso, que
se tienen padres e hijos; esposos; hermanos; novios... aunque la mayoría de
estos actos no vayan acompañados de las palabras: "te quiero". En definitiva,
todos llevamos en el corazón un amor a alguien o a algo. El peligro de este
asunto radica en el hecho de que frecuentemente solemos amarnos a nosotros
mismos de forma desmedida.
Ahora bien, nadie puede exigir que se le
quiera por parentesco, o por “manu militari” es decir por la fuerza. El cariño
se gana, dándolo. Y además, sólo el que vive para servir sirve para vivir, o
como decía San Josemaría Escrivá: “Para servir... servir”.
Como es
lógico, nos resulta molesto soportar el trato con los egoístas; dado que éstos
constantemente buscan convertirse en el centro de atracción y turismo de los
demás. De esta forma, lo que consiguen es quedarse cada día más solos, y siempre
sintiéndose incomprendidos. Pero lo peor de esto, es que todos somos egoístas.
Cuando alguien no consigue ser aceptado cariñosamente en su ambiente
familiar, social..., corre peligro de caer en las malas compañías; en el
alcohol; en las drogas; en depresiones y, por lo mismo, en el autoaislamiento
más drástico; en el abandono de sus responsabilidades y compromisos. Esto no
sólo les sucede a los egocéntricos, sino muchas veces a las víctimas del egoísmo
de los padres; del egoísmo generalizado en una familia; o del que se da en
cualquier grupo social. (Estoy plenamente convencido de que hay egoísmos
colectivos).
En su encantadora, y a la vez dramática obra, "El hombre en
busca de sentido", Victor Frankl nos transmite unas palabras escuchadas por él,
a un prisionero en un campo de exterminio nazi durante la segunda guerra
mundial, quien contemplando la belleza inigualable de un atardecer, comentaba a
un compañero: "¡Qué hermoso podría ser el mundo!".
Termino con aquella
sabia frase de San Juan de la Cruz: "Pon amor donde no hay amor y sacarás amor".