¿Dios?
Me tocó ver un video sobre una conferencia de un hombre quien, ridiculizando la
fe en Dios, explica cómo a través de un caldo de lodo, la energía de los
relámpagos y diversas temperaturas a través de los siglos se creó la vida, y
ésta se fue perfeccionando hasta producir al ser humano. El conferencista afirma
que Dios es una trampa para los ingenuos cuando no pueden explicar las razones
de la realidad.
A primera vista podría parecer que este señor está dando una
explicación racional sobre un tema de “vital importancia”, sin embargo lo que
propone es un argumento completamente anticientífico.
Las ciencias exactas y
positivas pueden definirse como “la explicación verdadera, comprobada y
sistematizada de la realidad”.
Un principio científico afirma que todo agente
obra de acuerdo con su modo de ser. Por eso afirmamos que no se le deben pedir
peras al olmo. En otras palabras, cada efecto requiere de una causa
proporcional.
Copio un texto de Michel Esparza: “Basta considerar el orden
del universo para percatarnos de que se necesita una inteligencia que lo haya
planificado. Del mismo modo que no podemos imaginar el “software” de una
computadora sin alguien que la haya programado”.
Hace unos años dos amigos
míos andaban caminando por un bosque en una tarde que amenazaba lluvia, pero
antes de que cayera agua de las nubes, lo que cayó fue un rayo sobre un árbol a
menos de 50 metros de donde se encontraban ellos, lo cual provocó dos efectos:
convirtió el árbol en leña, y a mis amigos les dio un susto digno para un buen
infarto cardiaco.
Los rayos son fenómenos estudiados por la física y la vida
es estudiada por la biología. La inteligencia humana y la capacidad de amar -que
son tan reales como los relámpagos- son estudiadas por ciencias como la
psicología, la neurología y la antropología filosófica donde los rayos sólo
sirven para meter ruido, pero no para explicar temas como la capacidad libre que
tenemos para actuar con o sin motivos definidos.
El fin que persigue la
Biblia, por poner un ejemplo, no es dar explicaciones de laboratorio a estos
temas, sino presentar a todos, sabios e ignorantes, a un Dios que es capaz de
crearnos por puro amor.
El problema fundamental en estos temas es el querer o
no querer aceptar la existencia de Dios pues, de hacerlo, estamos comprometidos
a regir nuestra conducta por las leyes que Él dicta. Es decir, el ateísmo no es
un problema intelectual, sino de falta de voluntad. Nadie puede comprobar que
Dios no existe.
Enrique Rúa dice que la realidad no necesita que nosotros la
entendamos para ser como es, pues lo mismo pasa con Dios.
Para quienes
conocen la existencia de Dios a través de la razón y de la fe, se abre la
maravilla de vivir con esperanza. ¿Esperanza en qué? En una vida después de
ésta, eterna, donde todo será completamente distinto: mejor… infinitamente
mejor.
Quienes están ateos viven sin esperanza, pues ignoran que al morir,
Dios nos espera para darnos una felicidad sin límite.