La santa muerte

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

No cabe duda que los seguidores de este culto le pusieron un bonito calificativo a la calaca. Si hace treinta años alguien nos hubiera hablado de la santa muerte es muy probable que hubiéramos entendido que nuestro interlocutor era una persona de fe, con capacidad para darle sentido sobrenatural a las realidades cotidianas, incluyendo la salida de este mundo.
Desafortunadamente, hoy en día muchos de nosotros relacionamos este nombre compuesto con un personaje muy descompuesto.
Hace poco me tocó asistir espiritualmente a un delincuente minutos después de que fuera abatido a tiros por las autoridades (no sé si competentes o incompetentes, pero eso sí, uniformadas de policías). Lo que más me llamó la atención fue encontrar que en aquella casa sólo había dos elementos decorativos, y uno de ellos era una imagen, de buen tamaño, de la santa muerte.
En ese caso concreto, me pareció que dicha superstición fracasó rotundamente en su encomienda, pues la defunción de aquel hombre no fue agradable.
Existen varias oraciones a esta devoción. Las hay para pedir favores de cosas buenas y malas, y según un amigo, hay algunas para pedir todo tipo de daños para los enemigos, solicitando venganzas llenas de crueldad.
Si me preguntan si creo en la existencia del demonio podré contestar, sin dudarlo, que por supuesto que sé que existe; que es poderoso, y muy astuto en el arte de engañar. Personalmente estoy convencido de que la mano que mece la cuna de la santa muerte es la del diablo. Pedirle favores a ese espíritu es un grave error, pues él no sabe de amistad, dado que esta virtud es un tipo de amor y él perdió la capacidad de amar; sólo sabe odiar y es por eso que, teniéndonos envidia, no quiere que lleguemos a ser felices con Dios.
Sé también que hay quienes no creen en los demonios, ni en Dios, pero ese asunto es otro tema en el que no me detendré ahora.
Tampoco concuerdan que imágenes tan feas sean nombradas con nombres tan delicados como: la niña blanca, mi niña y otros parecidos, pero desde el punto de vista de la mercadotecnia han dado buenos resultados para atraerle muchos seguidores.
Una característica de dicho misticismo es la exclusividad, pues quienes difunden esta devoción insisten en que sólo se le debe rezar a ella ya que es sumamente celosa.
Según varios relatos de personas que han obtenido su ayuda, la santa muerte les cobra altos intereses por esos favores, incluyendo la muerte de los solicitantes o de familiares cercanos a ellos.
Dice uno de los refranes populares más famosos: “Dime con quién andas y te diré quién eres”, según lo cual podemos deducir que este asunto no debe ser benéfico toda vez que entre sus fieles suelen haber muchas personas involucradas en la delincuencia y todo tipo de vicios.
Desear una santa muerte es, pues, completamente distinto a adorar a la santa muerte, y siguiendo con los refranes: “Que Dios nos agarre confesados·”