¿Saldremos de nuestras crisis?
Hoy nos encontramos ante una televisión cada día más sexualizada, con hombres
cada día más afeminados y mujeres cada día más agresivas, desinhibidas y poco
femeninas. ¿Por qué los productores de televisión se empeñan en hacernos creer
que “eso” es lo que la gente quiere ver?
Hace tiempo el periódico “The
Washington Post” hizo un experimento social pidiendo a uno de los mejores
violinistas a nivel mundial -Joshua Bell- que interpretara durante casi una hora
varias piezas de Bach en una estación del Metro de la ciudad, y nadie se detuvo
a escuchar con calma a este virtuoso. Lo único que consiguió fueron 38 dólares
en monedas depositados en su gorra.
Aunque se pueden aducir diversas
interpretaciones de este hecho, también cabe pensar que algunos se han propuesto
escaldarnos el gusto por las cosas buenas, como nos sucede con la comida
exageradamente condimentada, o demasiado caliente, la cual nos atrofia el
sentido del gusto quedando privados del gozo de manjares más exquisitos.
De
igual manera, son varios los temas que hemos ido aceptando como parte de nuestra
cultura, siendo que, un análisis sereno y centrado podría hacernos descubrir
errores de grandes proporciones.
Resulta evidente, por poner un ejemplo
concreto, que el movimiento gay se ha ido apoderando de espacios en el mundo del
espectáculo para conseguir carta de nacionalización a esas tendencias. Por lo
pronto, han conseguido que la inmensa mayoría de la gente que no está dispuesta
a aceptar la ideología del género como algo natural se quede callada, pues
resulta políticamente incorrecto pronunciarse en contra. El miedo a ser
criticado por asuntos de principios es una barrera que pocos tienen la capacidad
de saltar.
Tal como van las cosas, podemos suponer que la aceptación de la
homosexualidad, el lesbianismo, y sus parientes cercanos, seguirá creciendo de
manera similar a lo que sucedió en los Estado Unidos con la crisis crediticia,
hipotecaria y de desconfianza en los mercados, sin que nadie pusiera obstáculos,
hasta que se vieron metidos en una hecatombe financiera de proporciones
gigantescas, arrastrando detrás de sí a muchas otras naciones. Tal parece que
los responsables no fueron capaces de darse cuenta de sus errores hasta que
sufrieron las consecuencias.
Ante la creciente devaluación de cariño,
paciencia, comprensión, y sana exigencia, en las familias, no debería
extrañarnos que aparezcan también las crisis de identidad sexual. Es dentro de
la familia donde se debe trabajar el crecimiento integral del ser humano.
Es
cierto que el ambiente social pesa cada día más en los menores -como también en
los adultos- por eso mismo, debemos privilegiar la sana convivencia entre los
esposos y los hijos, exigiéndose todos en temas como la lealtad a los
compromisos adquiridos para poder superar las dificultades, y sin buscar huir de
ellas, lo cual suele ser una manifestación de cobardía.
Como sociedad estamos
reprobando en materias básicas, pero todavía podemos buscar soluciones.