No me gusta este Papa…
Hoy, cuando muchos piensan que la Iglesia está en crisis, y con ella también la
economía, la política, la juventud, la educación pública, la estabilidad
mundial, el matrimonio, la familia… y el mundo entero, y por eso no se quieren
casar o, si están casados, no quieren tener hijos; está claro que están viviendo
sin esperanza y, en ocasiones, sin fe.
Aquí aparece la mentalidad pragmática,
economista “objetiva” de quienes ponen su seguridad en el dinero, en las bolsas
de aire de los autos, en la fuerza física adquirida en muchas horas de GYM…
Dentro de la Iglesia, vemos que son muchos los católicos quienes, dejándose
llevar por los medios de comunicación, pasan de fieles a detractores. Por eso la
juzgan con medidas humanas y hubieran preferido a un Papa hecho a su medida.
Hay quienes han apostado al buen o mal desempeño del pontificado de S.S.
Francisco I. No faltan los expertos y los profetas en temas eclesiásticos, y se
animan a dar su opinión como quien le apuesta al ganador de una carrera de
caballos. No se dan cuenta que en la Iglesia los criterios a seguir los marca
Dios, a pesar de estar compuesta por seres humanos.
Con justa razón el
Cardenal Ratzinger declaró: “No puedo convertir a Cristo en propiedad privada y
pretenderlo sólo para mí. A Cristo, en cierta forma, hay que aceptarlo –también–
con su incómoda familia”. ¡Cuánta razón tiene el Papa Emérito Benedicto XVI en
referirse a la Iglesia como la incómoda familia de Cristo! Y es que eso somos;
una familia bastante incómoda, pero al fin y al cabo…, la familia de Dios.
Quien, a pesar de los pesares, nos sigue amando y ayudando hasta que estemos en
condiciones de alcanzar la meta para la que nos creó.
La prensa ha puesto
especial atención en temas como: Cuántos sacerdotes son pederastas; cómo están
las finanzas vaticanas; las rivalidades que se dan entre los grupos que la
componen; pero no les importa cuánta Misas se celebran cada día en el mundo
entero, cuánta gente limpia su alma en el sacramento de la Confesión; cuántas
personas son confortadas con la Unción de los Enfermos; a cuántos miles de
personas se les predica la palabra de salvación; cuántos nativos de América,
Asia, África, como también de Oceanía y de la misma Europa, son atendidos en
cuerpo y alma por misioneros, etc.
A quienes piensan que este Papa no podrá
hacer frente a los retos que la Iglesia enfrenta en nuestra época, habrá que
aceptarles que la tarea resulta demasiado grande para alguien que, en
definitiva, no es más que un mortal más, como los siete mil millones que
poblamos la Tierra, pero con una diferencia cualificada: Es el sucesor de Pedro.
Por la Iglesia han pasado ya 265 Papas y, a pesar de los cambios de culturas y
regímenes políticos en todo el mundo, la Iglesia sigue en pie. Hay una mano
invisible que ha estado moviendo esta cuna desde hace más de 20 siglos.