Perdón al Papa
No deja de asombrarme el fenómeno mediático que ha supuesto la renuncia del
Papa. La prensa de corte liberal está tan interesada sobre este asunto como los
medios oficialmente católicos. Lógicamente tratándolo con tonos muy distintos.
Esto me recuerda lo que me contaba un amigo quien escuchó en un autobús urbano
en la Ciudad de México, que ya estaba bastante lleno y, sin embargo, el chofer,
y su ayudante, seguían subiendo más personas cuando se oyó el siguiente reclamo
de un pasajero ubicado en la parte trasera:
Pasajero: Ya vámonos.
Chofer:
¿Mucha prisa?
Pasajero: ¿Pos entonces? Ya mueve tu mugroso camión.
Chofer:
Si no te gusta ¿para qué te subiste?
Pasajero: Para darte de comer.
Ayudante del chofer: Ora sí ya te fregó. Ya vámonos.
Así están muchos
periodistas de esos que se declaran ateos, pero que cuando se muere un Papa se
enfocan en la Iglesia todo el tiempo que sea necesario siguiendo el cónclave de
los cardenales, las tradiciones del Vaticano, y los chismes de pasillo que nunca
faltarán y todo ello… pues para poder comer… seres humanos, al fin y al cabo.
La verdad es que esta semana yo pensaba tratar otro tema, pero me encontré un
artículo de un tal Diego Contreras que me gustó mucho por su tino, su frescura
y, a pesar de ser tan sintético, por lo completo que es. Aquí van estos tres
párrafos llenos de sentido común:
“Admito que me ha venido un nudo a la
garganta al escuchar los últimos discursos de Benedicto XVI, especialmente el
que dirigió esta mañana en su última audiencia general. No me refiero sólo a la
emotividad por el hecho de haber podido asistir personalmente a una despedida
única, sino al escucharle de nuevo dar las gracias y afirmar que nunca se ha
sentido solo.
“Benedicto XVI se ha ganado el afecto de la gente, pero se lo
ha tenido que ganar a pulso. Ha superado muchos estereotipos; entre otros,
estos: que era un “profesor” al que nadie le entendería (véase el encuentro con
niños de primera comunión); que estaría encerrado en el Vaticano (24 viajes
internacionales); que carecía de carisma para la juventud (tres Jornadas
Mundiales de la Juventud con récord de asistencias); que era poco dialogante con
otras religiones (ha llevado a nuevos niveles las relaciones con hebreos y
musulmanes); y también poco abierto intelectualmente (ningún Papa antes había
merecido tanta atención por parte de intelectuales no cristianos).
“Benedicto
XVI ha sido al final un Papa muy querido, pero también −no lo podemos olvidar−
muy insultado. Con la clase que le caracteriza, no tuvo ni una palabra de
reproche ni tan siquiera de suave recriminación, a pesar de que motivos no le
faltaban. También fue víctima de algunas meteduras de pata e insuficiencias por
parte de sus colaboradores, a las que tuvo que hacer frente personalmente. No
puede ser que se vaya sin que nadie le pida públicamente perdón”.
Pues así se
fue… sin que nadie le pidiera perdón y completamente tranquilo, pues está muy
por encima de las tonterías que dicen algunos.