Se venden niñas

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Hoy, cuando las ciencias han alcanzado niveles mágicos. Cuando los sistemas de comunicación no tienen límites. Cuando podemos gritar nuestras ideas, en tiempo real, ante cientos de miles de personas sin salir de nuestra habitación. Cuando todo el mundo está a favor de los derechos humanos… se compran niñas y niños, con la autorización de los sistemas de gobierno más avanzados del mundo.
Lo anterior no es una exageración, pues la misma prensa mundial aplaude que los famosos y ricos puedan mandar fecundar, en sofisticados laboratorios, óvulos que son implantados en úteros de alquiler para que parejas del mismo sexo, y así puedan satisfacer su instinto de paternidad. ¿Qué es esto sino maquila y compraventa de seres humanos?
Es evidente que cada día el ambiente social tiene más peso en la educación de los niños y jóvenes. Lo cual hace más difícil educar gente virtuosa con capacidad e ideales de servicio. En nuestra ciber-cultura es más fácil ser egoístas. Por lo mismo no debemos extrañarnos de descubrir un porcentaje mayor, y creciente, de personalidades desestructuradas.
Nuestro sistema de valores ya no tiene solidez, como hasta hace algunas décadas. No, ahora es líquido y a veces, hasta gaseoso. Con una enorme capacidad de mezclarse con esquemas éticos multicolores. La mayoría considera que esto supone un gran avance para el desarrollo del ser humano. Yo no estoy de acuerdo.
Para que los actos humanos puedan calificarse de buenos o malos, es imprescindible que se dé una adecuación a una moral objetiva, de la misma manera que para conocer las dimensiones físicas de algún objeto se necesita reglas que estén calibradas con el sistema métrico decimal o con el sistema inglés, o con otro que tenga un patrón claramente establecido. De lo contrario, mis medidas no son confiables.
Si mis kilos o libras, litros o galones, centímetros o pulgadas los defino a mi antojo, ¿cómo podré ponerme de acuerdo con un mundo que tiene unas medidas fijas? Lo menos que se dirá de mí es que estoy desubicado, y a nadie se le antojará hacer negocios conmigo.
Nos hemos dedicado a abaratar a las personas, pues así nos resulta más cómodo hacer y deshacer usando de una libertad ilimitada, subjetiva y caprichosa.
Curiosamente esto contradice la pretendida justicia que todos andamos buscando, pues condenar a alguien por hacer lo que prohíben las leyes, creadas por hombres bajo un esquema de aprobación por mayoría -y no por lo que se adecúa a la naturaleza- es imponer como obligatorio algo que mañana otros decidirán que no era malo.
Cuando los legisladores, en cualquier país del mundo, aprueban que se manden hacer niñas o niños para respetar los “derechos” de unos “supuestos” padres, el ser humano comienza a tener un precio de mercado, y entonces no tenemos derecho a rasgarnos las vestiduras ante la trata de personas o ante los crímenes del nazismo, donde unas personas humanas valen más que otras.
Desde mi perspectiva esto es lógica pura. Coherencia desde el principio hasta el final. ¿Habrá quien coincida conmigo, o seré simplemente un loco más de los que andan sueltos?