Señora porno, ¡usted miente!

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Soy de la idea de que en este mundo, donde Dios ha manifestado su inmenso amor por nosotros, se lució en el tema de la belleza. Gracias a ello podemos disfrutar de tantos paisajes, amaneceres, atardeceres, del encanto de algunos animales, plantas y, de manera especial, de la hermosura del cuerpo humano... bueno... de algunos. Pues aunque cueste trabajo encontrarlos, los hay, y muy bellos. Sin embargo, una cosa son los naturales y nobles cuerpos reales y otra, muy distinta, los que son capaces de crear quienes comercian con la pornografía realizando cirugías, inyectándose esteroides, usando postizos, amén de los avances de la tecnología electrónica y vaya usted a averiguar cuántas cosas más.

Con la ayuda del ingenio humano y de la técnica, la publicidad ha avanzado a pasos agigantados, y a lo largo y ancho de nuestra aldea global quienes manejan la publicidad de todo tipo de productos suelen manifestar su chispa hasta el punto de que, en países como Italia, los programas de televisión no tienen cortes comerciales, pues éstos los pasan entre programa y programa. Ahora bien, son de una calidad tan grande, que los televidentes no se los pierden. 

Desafortunadamente, por otra parte, la pendiente por la que hemos dejado resbalar la correcta valoración del ser humano, cada día parece estar más inclinada y mejor lubricada. Así pues, y a pesar de que muchos trabajan a favor de la niñez; de la estimación por los ancianos; de la promoción de los pueblos indígenas; del correcto feminismo; etc., no son pocos quienes se enriquecen al potenciar la vanidad, la sensualidad y la lujuria en una época en la que todo se vale, provocando un claro deterioro en el respeto a la mujer.

Una consecuencia, entre otras, de este error, y de gravísimas consecuencias por cierto, la encontramos en que algunos recién casados -y otros ya no tan recién casados- llegan a sentirse decepcionados cuando, en la más normal y bendita intimidad conyugal se encuentran con el cuerpo auténtico de sus esposas... y tristemente, al traer a su imaginación lo que acostumbran ver en pantallas y revistas, y tomándolos como paradigmas de placer, llegan a cometer actos de desprecio, malos tratos y todo tipo de exigencias que resultan denigrantes para ellas. Así pues, quienes deberían portarse en todo momento como buenos maridos terminan desempeñando el triste papel de “clientes”.

La pornografía no produce cáncer en los ojos, pero sí un deterioro muy profundo a nivel psíquico, el cual, junto con un fuerte debilitamiento de la voluntad y una grave osteoporosis espiritual, nos pone en peligro de terminar relinchando. Partamos de la base de que en el ser humano existen dos componentes consustanciales, uno a nivel externo -el cuerpo- y otro, al que podríamos ubicar a nivel “interno” -el alma-. Pues bien, la pornografía contribuye de forma decisiva en el crecimiento del PIB: producto interno bruto…, y muy bruto por cierto, y por si eso fuera poco, también aparecen efectos en el factor externo, como pueden ser los embarazos de adolescentes y de solteras en general, las ya famosas ETS (enfermedades de transmisión sexual), los problemas conyugales citados arriba, las infidelidades y otros asuntos de esos que ahora se suelen ver como “normales” por el simple hecho de ser más frecuentes. 

La pornografía puede ser escrita (grafos -no lo olvidemos- significa escritura, no imagen), pornografía visual y pornofonía. Cuando alguien se deja arrastrar por ella, hasta formar un vicio, o mejor dicho, cuando se cae en la lujuria a través de estos medios, se está facilitando un carácter impulsivo, pues el instinto sexual tiene una fuerza arrolladora como podemos observar en los animales en celo e, incluso, promoviendo la crueldad, la cual suele ser más violenta en el caso de los racionales que de los irracionales. 

En fin, si me pusiera en un plan puritano diría que todo esto no son más que porquerías injustificables o ese tipo de cosas. Me parece mucho más sano, habiendo expuesto las razones anteriores, que dirijamos la lucha a una revaloración del ser humano; de sus características más nobles y de sus capacidades más valiosas, pues sólo así estaremos reconstruyendo un mundo deteriorado y construyendo un mundo como el que todos queremos. El agua y el aire puros son mejores que el agua y el aire contaminados, ¿o no? Pues lo mismo sucede con el hombre.