La conciencia de Carmen Aristegui
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
De manera esporádica he seguido
el tema de la concesión de la banda 2.5 a la cadena MVS. En esta ocasión, como
en otras me declaro incompetente en lo que a los aspectos técnicos del asunto se
refiere. Entiendo simplemente que es un espectro muy amplio y versátil, y
sumamente prometedor en lo que a los servicios de comunicación se refiere. Y que
dicha banda fue concesionada a MVS para poderla operar comercialmente; que todo
ello tiene un precio muy elevado, y que por diversos motivos no se ha
aprovechado como sería deseable.
Estoy lejos de saber si dicho costo es justo y tampoco
me compete juzgar si lo que han declarado las partes involucradas es cierto y en
qué medida. Queda claro que estoy evadiendo conscientemente dar mi opinión sobre
el particular. ¿De acuerdo?
En lo referente a otro tema, es decir, sobre el
reclamo que supuestamente exige el Poder Ejecutivo sobre los comentarios de
Carmen Arístegui en relación a una manta difamatoria, o virtualmente calumniosa,
en plena sesión de la Cámara de Diputados, y si ello exige una aclaración
oficial, tampoco quiero dar mi opinión, aunque la tengo.
Dentro de este explosivo “combo”, además, está otro
tema igualmente delicado en cuanto se refiere a la presión que habrían hecho las
autoridades a los dueños de esta empresa para exigir una disculpa de la
periodista sobre sus comentarios al respecto, o de lo contrario la exigencia
para que fuera despedida y más tarde, no recontratada. Una vez más reitero que
me reservo mis comentarios. No soy quién para tomar cartas en el asunto.
Sin embargo, no deseo dejar pasar por alto “ALGO” que
me parece de vital importancia, grandioso y digno de un sonoro aplauso:
Aristegui afirmó que si ella se hubiera sometido ante lo que considera una grave
violación al derecho de expresión y a la libertad de prensa; “¡Piense usted –le
dijo a su público– cómo habría quedado mi conciencia!”.
¡Por fin escucho a una periodista (hombre o mujer, me
da igual) hablar de su conciencia! ¡BRAVO! y mil veces ¡BRAVO!
Hoy en día esta palabra es un tabú en los medios de
comunicación. Está prohibida; suena a clerical y, por lo mismo, apesta.
¡La conciencia sigue viva! No ha muerto, por lo menos
en Carmen Aristegui. ¡Qué alivio! ¡Qué alegría! ¡Esto merece un brindis!
Aquí cabe una apreciación: No toda conciencia está
bien formada. Es necesario que se adecúe a la ley ética, a la moral objetiva,
para que sea válida. Sin embargo, es un gran avance que un miembro de este
controvertido gremio que es el de los comunicadores, los periodistas, haya
subido a la palestra el tema de la conciencia.
Carmen te felicito. Puedo disentir contigo en algunas
apreciaciones, pero reconozco el propósito y el esfuerzo por intentar ser
coherente con tus ideas. Ojalá sean muchos los que sigan tu ejemplo superando
los protocolos y las cotas impuestos por los “eslogans” empresariales y
gremiales de un periodismo que se rige por los ratings y por criterios
mercantilistas, cuando no por la vanidad frívola que se autodefine como
intelectual, o por quienes se creen simpáticos. Coherencia es lo que
necesitamos.