Pobres de nosotros
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Jalal Al-I Ahmad, crítico social y político iraní, quien
muriera en 1969, escribió desde su perspectiva –como hijo de un clérigo
musulmán– una serie de ensayos y obras en las que refleja la imagen que las
culturas occidentales trasmiten a ese otro mundo tan lejano del nuestro. Es muy
probable que su visión nos parezca inexacta e, incluso, excedida. Sin embargo,
podemos estudiarla como se hace con una caricatura, la cual, precisamente por
exagerar las peculiaridades del retratado, nos permite ver con más claridad
aquello que lo hace distinto de los demás. Es decir, resalta sus singularidades.
En su libro “Occidentosis. La plaga que viene del Oeste”, escribió: “Quien
padece de occidentosis es un hombre absolutamente falto de fe y de convicción, a
tal punto que no sólo no cree en nada, sino que ni siquiera deja activamente de
creer en algo; digamos que es un sincretista. Es un oportunista. Una vez que ha
terminado de cruzar un puente, no le importa que éste siga en pie o se caiga. No
tiene fe, ni dirección, ni intención; no cree ni en Dios ni en la humanidad. No
le preocupa que la sociedad se transforme, ni que prevalezca la religión o la
irreligión. No es ni siquiera un ateo. Es un indiferente. Puede incluso ir a
veces a la mezquita de igual forma que puede ir a un club o al cine. Pero en
cualquier lugar es sólo un espectador. Es lo mismo que si fuera a un partido de
futbol. Siempre se le verá en el palco. Nunca invierte algo de sí mismo, y evita
la reflexión en las horas de soledad de las que huye, pues le teme al silencio.
De hecho, no está nada acostumbrado a la soledad: la evita. Como tiene terror de
sí mismo, desvía la vista a cualquier otra parte. Expresa opiniones, si le
conviene, y en particular si está de moda expresar opiniones, pero sólo a
alguien de quien espera obtener algún beneficio. Nunca le oirás una exclamación
o una protesta, una objeción, una petición de aclaraciones. Él explicará todo
con la mayor gravedad y grandilocuencia. Aparentará optimismo”.
No cabe duda
que ésta es una fea visión sobre nosotros, pero… seamos sinceros: Cuánta razón
tiene en una descripción que retrata cada día más y mejor a muchos hombres y
mujeres quienes –aparentando madurez– dejan ver el gran vacío que hay en su
interior. Eso sí, hablando de todos los temas con autoridad de expertos.
Por
lo mismo, no ha de extrañarnos que frecuentemente se idealicen y popularicen
filosofías y culturas de tiempos pasados y ambientes indigenistas u orientales,
todo lo cual refleja un simple, pero profundo complejo de inferioridad, que
tiene mucho que ver con la devaluación que hacemos a diario de nuestros valores
y de nuestros principios morales como si no tuvieran un sustento racional. Como
si todo lo nuestro fuera producto de simples supersticiones costumbristas sin
contenidos reales.
Dicho en otras palabras: Nos estamos quedando sin Juan y
sin las gallinas. Pobres de nosotros.