Matrimonio: Zona de desastre

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Hay quienes piensan que los finales de las historias en la vida real -a diferencia de los cuentos de hadas- deben terminar diciendo: “Y fueron infelices toda la vida”
En un interesante texto que me envió un amigo y que lleva por titulo “Casarme de nuevo”, me llamaron la atención algunas ideas. El autor hace ver que quienes se divorcian para contraer nuevas nupcias han de estar dispuestos a realizar y aceptar una serie de cambios exigidos por la relación naciente y, sin embrago, se niegan a ceder en los cambios que constantemente le reclaman sus cónyuges.
Con sentido común, y una pizca de ironía, este autor plantea: Vamos a ser honestos: Nadie aguanta la misma mujer, o el mismo hombre, por treinta años con la misma ropa, con el mismo peinado, con los mismos amigos, con los mismos chistes.
Muchas veces no es tu esposa quien se está poniendo vieja y fastidiosa; eres tú, son tus propios muebles, con la misma aburrida decoración. Si te divorciaras, seguramente cambiarías todo, que es justamente uno de los placeres de la separación.
Quien se separa se ilusiona con una nueva vida, la casa nueva, la urbanización nueva, un nuevo círculo de amigos. No es necesario un divorcio litigioso para tener todo eso. Basta cambiar de lugares e intereses y no acomodarse. Eso, obviamente, cuesta caro y muchas parejas se rompen porque el cónyuge se rehúsa a pagar esos costos para renovar su matrimonio.
Poco más adelante plantea lo siguiente: Piensa que en tu matrimonio estás ante una nueva conquista. Si así fuera, probablemente frecuentarías lugares nuevos y desconocidos, cambiarías de casa o apartamento, cambiarías tu vestimenta, los discos, el corte del cabello, el maquillaje. Pero todo eso puede hacerse sin que te separes de tu cónyuge. ¿Por qué no tratar de conquistarlo como si tu pareja fuera un pretendiente en potencia?
Otro error frecuente lo encontramos en que muchos hombres afirman que aman a sus esposas, pero ellas nunca están conformes. Aquí cabe un cuestionamiento: ¿Estarán amando a sus mujeres con los esquemas masculinos de amor, o con los femeninos? La pregunta no es poco importante, pues si ella está esperando un ramo de flores en su aniversario de bodas y el marido, habiéndose olvidado de la fecha, se disculpa afirmando que se la pasa todos los días trabajando por su familia, y que con eso demuestra de sobra el amor que les tiene, no conseguirá hacer desaparecer el sentimiento de frustración de su media naranja.
En varios casos de divorcios me he encontrado que la situación económica de toda la familia se deteriora considerablemente. Pero los daños mayores no son de tipo monetario, sino morales y psíquicos. Arrastrar un síndrome de fracaso toda la vida lastima la propia estima y, de forma muy marcada, la de los hijos.
Por eso, dice el autor de esa nota que de tiempo en tiempo, es necesario renovar la relación. De tiempo en tiempo es necesario volver a enamorar, volver a cortejar, seducir y dejarse seducir. ¿Será?