¿Qué es un vicio?
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
El tabaco, el alcohol, el juego, las drogas, la
pornografía, la lujuria y otras actividades pueden convertirse en vicios, Todos
lo sabemos. Pero, ¿qué es un vicio? Es un hábito negativo. Todas estas
costumbres pueden llevarnos a destrozar nuestras vidas cuando se van apoderando
de nosotros hasta hacernos sus esclavos.
La primera secuela de los vicios
estriba en la debilitación de la voluntad. Así, mientras más se afianza un vicio
en la persona, más se deteriora su libertad. Por eso decimos que los viciosos
terminan siendo esclavos.
Es lógico que la práctica de estas actividades
comience por producir alguna sensación agradable hasta que, poco a poco, se va
haciendo como parte de su naturaleza. Es decir, hasta que llega un momento en
que aquello se necesita como un brazo, un ojo. Ya no se puede vivir sin aquello.
Junto con esto podemos observar el fenómeno de la gradación, que va exigiendo un
crecimiento en la búsqueda del placer: Se comienza por poco, y cada vez más se
va necesitando una escala mayor de excitación para poder satisfacer esa
necesidad. Por si esto fuera poco, los vicios suelen ser muy amigueros, así por
ejemplo, la lujuria suele ir acompañada de la mentira, la infidelidad, el
alcohol… y las drogas.
Es curioso ver cómo quienes caen en los vicios siempre
comienzan afirmando que probar no tiene nada de malo; que sólo quieren saber qué
se siente. Más tarde afirman que ellos pueden dejarlos en cualquier momento. Se
niegan a aceptar que se han hecho adictos y pretenden convencer a los demás
diciendo que conocen a otros que sí hacen cosas lamentables, pero aquellos son
casos extremos de los que ellos se encuentran muy alejados.
Nunca faltan
psicólogos -sobre todo de la escuela freudiana- que defienden la práctica de la
masturbación en los niños y jovencitos sin tener en cuenta que la excitación
genital produce uno de los placeres más seductores, precisamente en las etapas
de la vida en que los menores no tienen la madurez psicológica que les permita
ejercitar el auto-control. Es como poner a un adolescente al volante de un
Ferrari. De la masturbación -que suele acompañase de la pornografía- se suele
pasar a juegos sexuales con personas de otro o del mismo sexo, de diversas
edades: mayores y menores; familiares y extraños.
Es mucho más cómodo
complacer a los hijos, que educarlos en la sobriedad, en el respeto y en la
fortaleza. Pero el cariño mal entendido termina provocándoles daños a veces
irreparables.
Cuando uno crece puede sentirse orgulloso de haber ganado
competencias deportivas o de estudio, pero no de haberse masturbado. En un caso
se ejercitan virtudes, en el otro somos arrastrados por un instinto animal, y
estos son los asuntos que terminan marcando las verdaderas diferencias entre los
seres humanos.