Doctrina Social de la Iglesia

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

“A lo largo de la historia de la Iglesia se ha desarrollado la así llamada Doctrina Social de la Iglesia. Es un conjunto de verdades éticas, con fundamento teológico y moral, a la luz del Evangelio y con sentido práctico. No se trata de cuerpo conciso y específico como si fuera un manual de procedimientos o de una carta o código social donde estén definidas las “reglas” para una buena coexistencia. Sino la propuesta de principios de un humanismo encarnado en la persona de Jesucristo, y sus consecuencias en la vida social.
En los momentos actuales, cuando advertimos el despliegue de un laicismo negativo y desprovisto de soluciones adecuadas a la dignidad del ser humano y de la sociedad, la Doctrina Social de la Iglesia permite recuperar la dimensión pública del mensaje de Jesucristo, que durante más de veinte siglos ha fecundado la convivencia de los pueblos. No se trata, ciertamente, de una cuestión marginal sino central en la historia de la salvación.
Los temas que aborda dicha doctrina son muy variados: La dignidad del ser humano como “ser personal”, los principios de igualdad y diversidad. El origen de la sociedad. La autoridad civil, el bien común, el principio de subsidiariedad, las leyes. Los derechos de la familia, el matrimonio, la realidad demográfica, el derecho a la educación, la libertad de enseñanza. Las relaciones laborales, los derechos y obligaciones de los empresarios y empleados. Los papeles del Estado y los ciudadanos, la primacía de la persona sobre los bienes materiales y económicos. El destino universal de los bienes, la propiedad privada y la propiedad pública, el salario y las prestaciones sociales, etc.
El Papa León XIII publicó en mayo de 1891 la encíclica “Rerum Novarum”, considerada como la primera de las grandes encíclicas sociales de los tiempos modernos. A los 40 años, Pío XI quiso conmemorarla con la “Quadragesimuo Anno”. Pablo VI y más tarde Juan Pablo II hicieron lo propio.
Dicha doctrina es válida dentro de muy diversas posibilidades de gobernar al margen de ciertas ideologías políticas, pues todas ellas han de moverse en la búsqueda del bien común. De la misma manera que deberán hacerlo los padres de familia dentro y fuera del hogar, los gobernantes de las naciones y los funcionarios públicos. Los empresarios, los sindicatos y los obreros…, en fin, todos.
Recuerdo que hace años el gobernante de un país dijo que él no profesaba la Religión Católica pero que, sin aceptar las verdades de fe, estaba absolutamente de acuerdo con la moral que ella enseña. Por lo menos aquel señor sabía distinguir entre una cosa y la otra, sin cerrarse, por un laicismo mal entendido, ante las verdades que benefician a la humanidad por ser principios universales.
Es una lástima que quienes se encuentran en niveles de dirección, de cualquier tipo, suelan desconocer estas ideas que tanto bien han hecho y podrán seguir haciendo.