Escuela Navidad
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
“En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto,
para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento fue hecho
cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse, cada uno a su
ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret,
ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para
empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta”.
¿Te das cuenta con
qué lujo de detalles de tiempo, lugar y otras circunstancias nos mete San Lucas
en este hecho maravilloso... Lo que quiero dejar claro es que estamos ante un
hecho histórico, no ante un cuento de hadas. Estamos contemplando el nacimiento
de Jesús, el Hijo de Dios Padre que vino a salvarnos. Tu vida también se sitúa
en una realidad de tiempo y espacio, dentro de un ambiente concreto que, aunque
distinto y distante, te coloca en una relación inevitable entre tú y Él. El
nacimiento de Jesús tiene un fin concreto: saldar una cuenta que estaba a tu
nombre.
Allá, en Belén, María da a luz al Hijo del Eterno Padre en la
pobreza de un pesebre y en la riqueza del amor más grande. Nos conviene aprender
de María “que guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón”, pues
nuestro estilo de vida nos lleva a pasar por encima de lo que vivimos y sabemos,
sin meditar en ello y éste es el primer paso para caer en una peligrosa
superficialidad pues podemos terminar confundiendo la vida eterna con esta vida
pasajera y perdiendo por lo mismo el rumbo de nuestra existencia.
“Y sucedió
que, estando allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo
primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había
lugar para ellos en el aposento”.
Sencillez, naturalidad, sin maquillaje, sin
perfumes, sin falsas impostaciones de voz y, sin embargo, este relato tiene la
fragancia propia del amor de unas personas -María y José- quienes saben mucho de
ese Amor, con mayúsculas, que anda en busca del bien del ser querido y no de la
complacencia del propio egoísmo.
Pero demos un salto hasta hoy, donde me
permito copiar un pequeño párrafo escrito por una mamá que cuenta que su pequeña
de ocho años de edad “cada vez que alguien le pregunta: ¿qué le vas a pedir a
Santaclós? responde: Nada, porque no necesito nada. Sólo le voy a pedir que
sigamos teniendo mucha salud”. Esto se puede entender mejor al saber que esta
señora, en Navidad, les pide a sus hijos que se desprendan de algo que les guste
realmente para compartirlo con los demás, y siempre les dice: “hasta que duela”.
Regresemos al relato evangélico para leer: “y los pastores regresaron,
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les
fue dicho”... Querido lector: ¿Cómo estamos regresando tú y yo después de
contemplar estas escenas? Ponderar es, sin duda, algo que nos puede enriquecer
mucho. Te invito a hacerlo.