Caminando sobre tablas

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Todos los días circulan miles de correos con bromas, analogías y explicaciones sobre las diferencias entre el hombre y la mujer, asunto que por demás resulta evidente; sin embargo, y aunque parezca increíble, los problemas que se derivan de esos contrastes se nos olvidan provocando enfrentamientos que llegan al odio más profundo entre personas que en otro tiempo se amaban.
Con razón decía alguien que lo más fácil es enamorarse y lo más difícil es permanecer enamorados.
Recuerdo una tabla de madera en la que estaba pirograbado este pensamiento: “El mejor regalo que le puedes hacer a tus hijos es amar a su mamá”. Esta idea fundamental no siempre resulta fácil, pero no se trata de valorar si este asunto es sencillo o complicado, sino de entender si es importante o no.
Todos entendemos lo peligroso que resulta caminar sobre un montón de tablas arrumbadas sin ningún orden. Es decir, en equilibrio inestable, lo cual nos produce una sensación de inestabilidad, con el consiguiente temor a caer o provocarnos una luxación. Como consecuencia de ello es fácil sucumbir ante la irritabilidad, con sus efectos negativos para nosotros y los demás.
Esta imagen me resulta muy esclarecedora de lo que les pasa a muchas personas, y nos ayuda a comprender el motivo de sus conductas antisociales.
Me explico: Los niños desde que nacen tienen un pie apoyado en su papá y el otro en su mamá. Si los esposos han aprendido a estar unidos -en sólida armonía de respeto, ayuda y amor- el piso de sus hijos es firme y ellos crecen seguros y con paz en sus corazones. Lo que dará como resultado una personalidad equilibrada y positiva.
Por el contrario, si sus papás viven en continuo desacuerdo en pleitos de todos los colores y sabores, provocarán en sus hijos una inseguridad que se manifestará en dos posibles actitudes: inestabilidad emocional o agresividad. Para ser más precisos, en una inseguridad con manifestaciones de temor ante la vida o una actitud agresiva ante los demás.
Copio un texto del que desconozco al autor, pero que viene muy bien al caso: Un hombre fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse. El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y solamente le dijo una palabra: Ámela. “Pero es que ya no siento nada por ella”. Ámela, repuso el sabio. Y ante el desconcierto de aquel hombre, después de un oportuno silencio, agregó lo siguiente:
“Amar es una decisión, no un sentimiento; amar es dedicación y entrega. Amar es un verbo, y el fruto de esa acción es el amor. El amor es un ejercicio de jardinería: arranque lo que hace daño, prepare el terreno, siembre, sea paciente, riegue y cuide. Esté preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvia, mas no por eso abandone su jardín. Ame a su pareja, es decir, acéptela, valórela, respétela, dele afecto y ternura, admírela y compréndala. Eso es todo: Ámela”.