Insolutos impúdicos
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Muchas personas no son felices pues, entre otras cosas,
ignoran cuál es el verdadero fin de sus esfuerzos.
Hasta hace dos décadas
las películas solían tener un final feliz. Hoy, al terminar un filme, nos
quedemos con el sabor amargo del fracaso al contemplar historias con resultados
desastrosos.
Poco a poco nos hemos ido acostumbrando a una serie de
anomalías que, a primera vista, parecieran no afectar la vida de los individuos,
pero que sí van deteriorando de forma significativa la existencia del ser
humano. Un ejemplo de ello es el manejo de la mercadotecnia.
Con el paso del
tiempo nos acostumbramos a determinados recursos publicitarios en los que se
exhibe públicamente la intimidad personal, deteriorando la muy pateada
conciencia de muchos.
Es evidente que las jóvenes son influenciadas por una
publicidad que fomenta la vanidad (pata de palo de las chicas) llegando a
idealizar esas imágenes como su personal proyecto de vida. El asunto podría no
tener demasiada importancia si las personas a quienes van encauzados contaran
con una madurez equilibrada dentro de un sustrato moral en un ambiente familiar
sano de respeto y cariño… ¡pero...!
Parte importante de este proceso se debe
al desconocimiento del sentido trascendental. Cuando nos olvidamos que estamos
de paso por esta vida para poder conseguir nuestro destino eterno muchas
realidades se vacían. En definitiva, es un correr por correr; es obtener un
título universitario de lo que sea, o casarse a toda costa y, dentro del
matrimonio -o fuera de él- tener hijos -pocos- para caer en la cuenta de que no
están preparados para educarlos.
Hace tiempo titulé un artículo como: “Los
hombres flautas”, haciendo referencia a esas personas que hacen mucho ruido pero
están huecas. Otros, más aún, son como cornos ingleses, pues están igualmente
vacíos pero son mucho más rebuscados y su soberbia los hace aparecer como gente
pensante. Siguiendo esta idea parece que estamos viviendo en medio de una enorme
orquesta compuesta por instrumentos de viento, y sin darnos cuenta acabamos
bailando al son de la música que ellos interpretan.
Qué importante es que
los padres de familia sean conscientes de estas realidades para que -comenzando
por ellos mismos- traten de dar contenido a sus propias vidas y, después, a las
de sus hijos, teniendo en cuenta que, como sucede con las pierdas cuando caen en
el agua, esa acción influye en círculos cada vez mayores.
No deberíamos
esperar a que cambie el tipo de programas y comerciales en la televisión o que
desaparezca la pornografía del cine e internet para conseguir una sociedad sana.
Cambiemos el ambiente familiar de forma positiva y amable para formar personas
de criterio, que sean capaces de mejorar el mundo, aspirando personalmente a una
vida llena de ideales nobles.