Liberales y conservadores

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Uno de los temas de mayor repercusión en la vida de cada persona y, por lo mismo, en la vida de los pueblos, es el que hace referencia a cómo hemos sido educados dentro del insigne recinto familiar.
Es evidente que la palabra “no” adquiere significados muy diversos dependiendo de quién y cómo se diga. Los hijos pequeños escuchan esta expresión de boca de sus padres con acepciones tan variadas como: No te permitiré bajo ninguna circunstancia que hagas lo que estás pensando hacer, o: no me gustaría que lo hicieras, o: no me simpatiza tu decisión, o: lo que quieres hacer no lo considero conveniente en este momento, espérate a que me vaya, o: espera a que se retiren las personas con quienes estoy hablando, o: te digo que no pero la decisión es tuya, o: lo mismo te hubiera dicho que sí, o: por lo pronto te digo que no, pero si insistes seis veces más me daré por vencido y cambiaré mi decisión, pues habrás derrotado mi paciencia.
Considero fundamental que los padres de familia aprendan a decir que no a sus hijos, pues, como hemos visto, no todo no… es no, y por esa rendija se vacía la autoridad moral de los progenitores, con todas las consecuencias que esto trae consigo.
Cuando somos pequeños formamos parte del partido liberal, y conforme pasan los años vamos cambiando al partido conservador, pues mientras dependemos de quienes tienen autoridad sobre nosotros nos molesta que nos impongan sus normas de conducta al impedirnos hacer cuanto se nos antoja.
Sin embargo, al ir adquiriendo responsabilidades -por ejemplo, a través de la paternidad- buscamos un orden sereno y estable que garantice nuestros “muy merecidos” logros, por lo que, todas aquellas iniciativas ajenas que hagan peligrar nuestra tan deseada paz, las calificaremos como ridículas, absurdas, incómodas e imprudentes.
Aunque los hijos rechazan el orden y la autoridad, los necesitan como marcos de referencia, pues, si descubren que a su alrededor rige un estado de indefinición -tan ambiguo como el estado en que ellos mismos se encuentran por dentro- esto les produce una profunda inseguridad. La explicación es muy simple: No tienen de donde sujetarse.
Los pueblos han de regirse por un orden de derecho, el cual se concrete en normas claras y precisas que faciliten la consecución del bien común, y a los hijos hay que educarlos con esquemas que faciliten la adaptación de cada uno a ese tipo de sociedad. Lo contrario sería crear desadaptados sociales. Esto tiene su fundamento en que el hombre es un ser social por naturaleza y nos necesitamos los unos a los otros.
El edificio de la educación necesita unos cimientos sólidos para mantenerse en pie, especialmente ante los movimientos telúricos que nunca faltan en la vida.
Otro tema que va de la mano con todo ello, es que nuestras decisiones producen consecuencias. Creo que vale la pena pensar en ello. Improvisar un buen esposo y buen padre no es asunto de un curso de quince días.
Saber ser un buen esposo y exigir a los hijos con fortaleza y cariño, siendo coherentes con su ejemplo personal es asunto para hombres muy hombres. No cabe duda, éstos se merecen un feliz día del padre y mucho más.