Hoy le toca al padre

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Llegamos, un año más, al día del padre. Gran temporada de ventas para el comercio y un día de alegría para muchas familias. En esta jornada los hijos tienen una oportunidad concreta para agradecer a sus padres por todo lo que han hecho en su favor. Aunque está claro que, en la práctica, no se compara con el día de las madres.
Aun así resulta curioso que, a pesar del desnivel en la valoración social sobre la figura de la madre en relación con la del padre, cómo en México se suelen utilizar expresiones como: “está padre” o “padrísimo”, cuando se valora algo positivamente. Es cierto que en el mismo sentido se usa la palabra “madre”, aunque ésta dependerá de otras formas para su uso en el afán de expresar tanto lo bueno, como lo malo.
En mi caso personal habré de aclarar que, siendo sacerdote, no he podido disfrutar de esas experiencias tan gratas y especiales que vienen como consecuencia de haber engendrado hijos: Verlos nacer, crecer, jugar, desarrollarse, valerse por sí mismos y formar sus propias familias, después de sacarle unas cuantas canas a sus progenitores.
De forma semejante habría que hablar de la maravilla que supone estar casado. Sé, porque lo escucho y lo veo a diario en muchas parejas, que formar una familia también supone muchas privaciones y no pocos sacrificios, pero en fin, todo ello es parte del show.
Vivir durante muchos años compartiendo todo con una mujer ha de ser lo más parecido al cielo, o al infierno, en la tierra, dependiendo de ella…, de uno…, de los hijos…, de los parientes…, del éxito profesional…, de la salud física y mental de los dos…, de imprevistas circunstancias sociales… y de mil cosas más. Escoger una buena pareja a veces es tan seguro como poner todas las fichas en el 7 rojo de una ruleta.
Pero a pesar de los pesares, dedicar la vida a todo ello es algo por lo que sí vale la pena gastarse. De lo contrario la vida nos gastaría inútilmente. La soledad, todos lo sabemos, es terrible pues vacía el alma de sentido. No cabe duda, el peor negocio es el egoísmo.
En el caso de los sacerdotes y de mucha gente más que dedicamos la vida a otras formas de servir es distinto, pero, también, muy reconfortante. Es evidente que la temible soledad la ganamos -casados o solteros- con nuestra actitud ante los demás.
El matrimonio es una vocación de servicio. Es una forma muy concreta de entregarse. San Pablo lo califica como “Sacramento Grande”, y es que comprometerse a amar toda la vida engendrando hijos tiene mucho de divino.
Dichos compromisos son sumamente exigentes y requieren, por lo mismo, de una preparación de varios años. Improvisar un buen esposo y buen padre no es asunto de un curso de quince días.
Saber ser un buen esposo y exigir a los hijos con fortaleza y cariño, siendo coherentes con su ejemplo personal es asunto para hombres muy hombres. No cabe duda, éstos se merecen un feliz día del padre y mucho más.