Mujeres… (Puntos suspensivos)

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Nota: El presente escrito es un simple artículo periodístico no un estudio académico. Por lo tanto, no tiene la seriedad de una tesis doctoral con fundamentos comprobados y sistematizados en base a estudios de laboratorio o encuestas con rigor científico. ¿OK?

Todos sabemos que las mujeres piensan, sienten, actúan, recuerdan, reaccionan, trabajan, descansan, se relacionan, se manifiestan y todo lo demás, de forma distinta a como lo hacemos los hombres.

Las mujeres no son una especie distinta de los hombres, sino formas diferentes de ser dentro de la misma especie humana. Somos iguales en dignidad, derechos y obligaciones. Quien piense que los defectos y cualidades de las mujeres son exclusivos de ellas, cometería un error insostenible y una grave injusticia. Pero pretender la igualdad de unos y otras también sería una torpeza.

El comportamiento femenino está influenciado tanto externa como internamente. Además -aunque no lo podamos entender los hombres- por la cabeza de la mujer pasan muchos asuntos que, o son experiencias pasadas, o probabilidades futuras, o son suposiciones presentes las cuales “objetivamente” no existen, pero que SÍ ESTÁN PRESENTES EN SU CABEZA Y EN SU CORAZÓN.

Uno de los principales problemas en el ámbito matrimonial es la falta de paciencia. Veamos, pues, algunos factores que explican esta deficiencia. El trabajo de la casa no puede programarse como puede suceder en muchas empresas. No se checan tarjetas, no hay hora de entrada y salida, no hay definición de competencias, pues toda la responsabilidad recae sobre el ama de casa, etc. Por otra parte, están el descanso y el sueño que todo ser humano requiere para reponer fuerzas, y que se ven alterados, sobre todo, durante los embarazos y los meses siguientes al nacimiento de cada nuevo bebé.

El desgaste psíquico que supone dejar a los hijos en manos extrañas no es poco importante, y junto con ello está la preocupación que toda mujer suele tener por quienes la rodean, ya que se sienten mamás de todos, apropiándose problemas que no les corresponden; pero esto es prácticamente insuperable.

Cuando este panorama está enmarcado por la falta de atención del marido, -quien con justa razón quiere llegar a su casa a descansar, después de trabajar solucionando todo tipo de problemas, y sin tener que ocuparse de lo que supuestamente le toca resolver a “ella”- no debería extrañarnos que se sientan desatendidas, mal-valoradas y… usadas. ¿Cómo pedirle paciencia y objetividad a alguien que no se sabe amada?

Ya ni qué decir de aquellas que sufren vejaciones físicas y psíquicas como la indiferencia, las burlas, los desprecios, la ingratitud por parte del marido y, en ocasiones, de las familias de éstos.

¿Cómo exigir autocontrol del carácter a quien se siente -o se sabe- sola? ¿Cómo exigir orden cuando el esposo no le pone atención a quien se ha entregado a él en cuerpo y alma?

¡Cuántos problemas serios se podría empezar a resolver con tan sólo oírlas con atención amorosa!