Familia, S.A.

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

En las últimas décadas contemplamos una transformación de la familia o, para ser más precisos, de algunas familias. Entendiendo que la familia es una institución formada por el padre, la madre y sus hijos. Dentro de esta imagen aparecen también otros parientes: abuelos, tíos, primos, etc. Como también, bajo una concepción socio-humanística, algunas personas que trabajan en el servicio del hogar.
Pero tal parece que a la familia se le trata hoy como si fuera una S.A. Una Sociedad Anónima, lo cual resulta absurdo, pues cada miembro dentro de ella tiene nombres y apellidos propios. La familia es el ámbito por excelencia donde cada persona es más ella misma.
Cuando la sociedad está al pendiente de lo que dicen y hacen los “famosos”: actores, cantantes, deportistas…, y de lo que dice el horóscopo; cuando las mamás dejan de rezar y se dedican a jugar en el casino y a ver telenovelas. Cuando los papás ocupan más horas para pensar en y ver el futbol, en vez de ocuparse “ellos” en la formación integral de sus hijos, dejándole esa labor fundamental a las esposas, no nos debe extrañar que los países se encaminen a la ruina.
Los desórdenes sociales que incluyen la violencia criminal junto al crecimiento de vicios como el alcoholismo, la drogadicción y el creciente ambiente lujurioso tienen causas muy variadas y complejas.
La culpa de lo que está pasando en el mundo entero sí es de los políticos que desinteresándose del bien común sólo se preocupan de sus intereses personales, así como de los legisladores que promueven y aprueban leyes contra la vida y otras que facilitan la ruptura de la familia, como también de los organismos de “salud” cada vez que promocionan la promiscuidad sexual. Pocas veces se habla de los adúlteros que han engendrado hijos fuera de sus familias.
También son culpables los empresarios quienes, olvidándose de promover un orden económico justo para elevar el nivel sociocultural de sus empleados, sólo pretenden aumentar sus propios beneficios. Pero especialmente los padres de familia que no se preparan para ser verdaderos formadores de sus hijos y los “educan” improvisando.
Nuestras crisis no son de valores sino de virtudes. Esas que se forman con el ejercicio de actos positivos en el diario quehacer.
El domingo pasó de ser “dies domínica” (el día del Señor), para convertirse en el “díes televisiva”.
Mientras la política, al igual que la economía y la ecología se rijan por criterios pragmáticos, sin tener como sustento básico la dimensión humana, las cosas no podrán mejorar.
En lo que sí debe parecerse la familia a los negocios es en tener objetivos bien definidos y una contabilidad que permita saber en todo momento si hay pérdidas o ganancias, y no esperar a ver los resultados cuando los hijos ya se fueron del hogar.