Perrodismo

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

No sería justo afirmar que esta época es peor que otras. A lo largo de la historia los hombres hemos demostrado nuestras miserias en todas las formas posibles. Sin duda ahora tenemos más instrumentos que antes. Las técnicas y las ciencias posibilitan y aceleran nuestras actividades con mayor facilidad, pero los vicios se repiten. La soberbia, la envidia, el afán desmedido de riquezas y de poder, la lujuria, la mentira, no han sido practicadas solamente en las últimas centurias. Este asunto viene de lejos.

Al mundo no le importa que seamos mediocres mientras seamos mayores consumidores. La publicidad nos miente al prometernos una felicidad cuando nos jura que podemos conseguirla usando nuestras tarjetas de crédito.

En cuanto al periodismo, no basta con dar a conocer los hechos en tiempo real. Es necesario interpretarlos en su justa medida.

Me gusta distinguir entre el reporterismo y el periodismo. Los medios de comunicación requieren de estas dos actividades profesionales. La primera la ejercen quienes reportan las noticias; aquellos que salen a la calle a descubrir y dar a conocer lo que sucede. La segunda es obra de quienes solemos interpretar y juzgar esa realidad en las columnas editoriales y de opinión. Queda claro que en los dos casos se puede respetar la verdad o, por el contrario, cambiarla, ya sea por ligereza o con dolo.

Los medios de comunicación son, de hecho, empresas (negocios) o simples instrumentos de influencia y presión, dependiendo de si son particulares o gubernamentales. En los dos casos cabe que se dé el periodismo sano o, por el contrario, el “perrodismo”, es decir aquella actividad que ataca, deforma y amenaza extorsionando. Quizás quepa una tercera opción: La que es motivada por el protagonismo de quienes participamos en los medios.

Vittorio Messori, famoso periodista italiano, afirma: “Hay algunos que consideran que los periodistas han de ser polémicos, críticos; más aún, maliciosos. Pero tales objeciones provienen de quienes dan lugar a eso que a nosotros nos parece, sin más, un pésimo periodismo: aquel en el que el interlocutor no es más que un pretexto para que el cronista pueda entrevistarse a sí mismo, exhibirse, poniendo de relieve su modo de ver las cosas”.

Al fin de cuentas el periodismo no deja de ser una actividad personal y, por lo mismo, será distinta dependiendo de la categoría humana de quienes la practicamos. Aquí es donde hace acto de presencia la coherencia ética de cada quien.

Me resulta importante que el periodismo auténtico parta de la base que, en cuanto actividad humana social, tiene que colaborar al bien común ayudando en la formación de las conciencias, y no como un simple instrumento de poder personal o institucional. En definitiva un periodismo serio y honrado.