Esos medios

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

No me considero ni escrupuloso, ni asustadizo. Mi infancia y juventud las pasé en una colonia popular de la Ciudad de México, y estudié varios años en escuelas oficiales donde convivía con compañeros de estatus socioeconómicos y culturales muy diversos, algunos de ellos criados en familias disfuncionales. No solía convivir con los malandros, pero claro que a veces me topaba con algunos. De mis tiempos de juventud no podría presumir que mi lenguaje fuera ejemplar, ni demasiado académico.

Sin embargo, tengo muy claros recuerdos de los inicios de la televisión, constatando los cambios explosivos en el tipo de programación con lo que hay ahora. En aquellos entonces la radio y la televisión tenían muy clara su obligación de respetar el ambiente familiar, y en la medida de sus posibilidades, lo favorecían con temas donde se respaldaba, entre otras cosas, la autoridad moral de los padres. Hoy, en cambio, en los programas y artículos de la televisión y del radio con los mayores ratings solemos encontrar ataques a las llamadas buenas costumbres.

Parafraseando aquel cada pueblo tiene el gobierno que se merece me atrevo a afirmar que cada pueblo tiene los medios de comunicación que se merece, y esto termina siendo preocupante.

Cada día aumenta el número de los que caminan sin rumbo por la vida decepcionados por encontrarse en un mundo inhumano. En medio de incertidumbres, algunos buscan refugio en los paraísos artificiales de los vicios enajenantes, y en formas de religiosidad que más bien son sistemas psicoterapéuticos destinados a proporcionar un contrapeso al materialismo sofocante que nos envuelve.

El trabajo de los medios está llamado a difundir en todos los ambientes mensajes con contenidos que puedan favorecer una cultura popular de criterios rectos donde se distinga, sin ambigüedades, el bien del mal. Superando el subjetivismo ideológico y práctico en que vivimos, mostrando de forma atractiva la belleza de la vida y de los ideales sanos en cada momento histórico. Y todo ello respetando la libertad de pensamiento en temas opinables.

Soy de la idea de que los medios han de servir al bien común, con guionistas, conductores y actores con sentido común y no sólo un pretendido sentido del humor y que tengan, además, una sólida formación intelectual, ética y técnica, y no sólo facilidad de palabra o una imagen atractiva. Pero qué difícil les resulta a algunos entender esto cuando sólo se habla el idioma del dinero.

La verdad compromete, y cuando se rechaza que haya una verdad objetiva -en coherencia con la naturaleza humana- corremos el peligro de terminar dominados por la tiranía del relativismo caminando hacia ningún sitio.